jueves, 4 de abril de 2013

Tiempo bueno y tiempo malo



 Todos y para todos deseamos buen tiempo, y cuando el tiempo es malo, lo aconsejable es no destemplar el rostro porque entonces el tiempo se lo come a uno.  De allí tal vez el adagio común y preventivo de “al mal tiempo buena cara”.
            Afortunadamente en este “eterno país de verano” como lo llamó Wulliam Eleroy Curtis, el tiempo malo es temporero y quienes, en todo caso más lo sufren son  los navegantes de mar y cielo que para “torearlo” aumentaron y multiplicaron las aplicaciones del giróscopo de pasadas embarcaciones y establecieron además las radioayudas, faros y otros horizontes referenciales.
            Los campesinos, menos sofisticados y alejados de las invenciones, métodos modernos y de la información  de observatorios y estaciones meteorológicas, no tienen muchos problemas para saber cuándo habrá mal tiempo partiendo de que siempre el tiempo es bueno en este lado del mundo.  Por la regla ancestral que han impuesto la observación y el contacto diario con la madre naturaleza, ellos saben que mientras por las noches canten las tucumurrucas, los aguaitacaminos y los grillos, habrá buen tiempo y que lo contrario sería si los bachacos, como en noche nupcial, se ven muy activos desnudando a los árboles y las josefinas sin temor ofreciendo sus flores lo mismo que los guamaches.  Entonces es seguro que el tiempo será malo porque también las chicharras al igual que un payador, se verán cantando continuamente de día y de noche mientras un halo amarillusco se empeña en hacer más atractiva a la diosa selenita de la tierra.

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