No es que el sustantivo “Zapoara” ortográficamente
lleve una “Y”. Nada de eso, sino que en
la estructura esquelética del pez de este nombre, legítimo y único del Orinoco,
existen huesecillos parecidos a la Y griega.
Detalle biológico que hace aún más interesante este pez fusiforme de coloración
vistosa que abunda y se captura durante la temporada de agosto.
El fin de tales apéndices
intercostales es el de unir costillas con costillas y contribuir a robustecer
la armazón esquelética de los peces con movimientos vigorosos como el morocoto y
el coporo que también los tienen y son grandes migradores.
La Zapoara es un pez migrador que se
desplaza contra la corriente y en consecuencia debe cumplir movimientos
fuertes. Se ha investigado que una vez
adulta, sale de los rebalses y lagunas marginales en el período de aguas altas
y recorre unos 400 kilómetros con propósitos reproductivos. Aquí, de acuerdo con una consulta al biólogo
marino Daniel Novoa, estaría la explicación de este hueso parecido a la vigésima
séptima letra del abecedario castellano y a la que tanto tememos los devotos de
la exquisita vianda orinoqueña. Y la
verdad es que la ye o y griega siempre ha sido de temer, no sólo en el sentido
gastronómico sino también suele hacer las veces de vocal y en su pronunciación
puede confundir con la “ll”, pero su fin esencial siempre es el mismo, en
ciertos peces de agua dulce, para unir costillas con costillas y en el lenguaje
castellano para unir las palabras o cláusulas de una oración.
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