El instituto Oceanográfico del núcleo Sucre de la Universidad de
Oriente pensó que sería beneficioso para campesinos de las costas del Manzanare
adentro ponerles a tiro de pesca una vianda rica en fósforo y proteínas,
cultivada en los meandros del río más grande que tienen los sucrenses y tenía
que ser un pez prolífico y de rápido crecimiento en aquel hábitat tan
escasamente animado por especies autóctonas.
De manera que puesta en marcha la idea, a uno de los expertos biólogos del
instituto se le ocurrió que la Tilapia africana vendría bien para aquellas
aguas que bajaban del Turimiquire y se
importó un buen cardumen de pececillos para las primeras siembras, pero ocurrió
que con el tiempo de la lluvia los cultivos desaparecieron y por extinguidos se
daban hasta que la investigación científica los puso al descubierto en otras
aguas muy al sur y fuera de los límites del estado. La Tilapia, de rasgos comunes al exquisito
Pavón de las lagunas del Caura, había remontado los cursos fluviales que llegan
hasta Monagas donde se daban su agosto pescándolos con señuelos rápidos los
agricultores y como hasta allí debieron llegar en sus pesquisas profesores y
estudiantes del instituto deseosos de estudiar el fenómeno, los campesinos
entre bromas y chanzas acordaron adoptar la especie africana con el nombre de
“El Bachiller”. “Voy a pescarme un
bachiller” se oye decir por allá cerca del Amaná, Guarapicje y el Guanipa. En Israel lo llaman “El pescado de San Pedro”,
porque era el que pescaba el apóstol,
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