Seda vs. Rayo
El día en que se agotó la seda todo
el mundo andaba asustado ante el temor de que fuese cierto lo pronosticado pro
el doctor Perfetti. Sobre la ciudad se
desataría una enorme tempestad seguida de aquel calor febril y acre que
sofocaba al habitante. Lo inaceptable
para muchos era que todo un científico como el doctor Perfetti recomendara para
protegerse de los rayos, anudarse un trapito de seda en los dedos gordos de los
pies y las manos además de uno en el cuello a manera de collar. Para los incrédulos era algo casi rayano en
lo ridículo; sin embargo, muchos aceptaron porque aparte de resguardarse bien
en una casa con pararrayos, no había al parecer otra alternativa. La advertencia indicaba que la seda debía ser
la purita que teje el gusado devorador de la morera pues había de otra clase
fabricada con filamentos de celulosa que en ambiente electrizado podría
trabajar al revés, pero por lo que se comentó luego la gente atemorizada no
reparó en el detalle y agotó el stock que de ambas clases tenían las
tiendas. Miles de rayos cayeron sobre la
Angostura del Orinoco y nunca ante Dios y los santos vinculados al rayo y a la
lluvia como San Isidro Labrador, recibieron mayor número de plegarias. La empresa del alumbrado eléctrico en
prevención cortó el fluido hasta tanto pasara la tempestad. La ciudad quedó bajo una oscuridad tan sólo
interrumpida pro el vivísimo resplandor de los fucilazos. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa
que del vaticinio Perfetti y los resultados milagrosos de la seda toda vez que
nada se supo de persona alguna que hubiese sido fulminada por un rayo. Solo el Arzobispo Mata Cova se lamentaba de
no haberle colocado un lacito de seda a la torre de la Catedral pues una
centella había caído y dañado los relojes importados de Hamburgo el siglo
pasado.
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