El oro y el color de la piel de su gente no es sólo lo que llama la atención de El Callao, sino también su Calipso de reminiscencias ancestrales, muy diferente al antillano porque es sin steel band y con cantos. Calipso muy del pueblo, animando comparsas llenas de símbolos y colorido, moviéndose al ritmo de los tambores, bunbac, el rallo y la campanilla.
Ambaicalá, Body Man Down, al ritmo
del calipso van coreando las comparsas de la Negra Isidora , de
Kenton y de los Hermanos Clark.
A la percusión se suman las cuerdas
del bajo, de la guitarra y del cuatro más el sonido metálico del cencerro y el
chascoso de las maracas.
En El Callao, la danza y la música
tienen sabor propio y es igual en el carnaval, en la Navidad y año nuevo como
en los días de su patrona Nuestra Señora del Carmen o como cuando llega un
personaje muy importante. Pero es
durante los carnavales cuando El Callao se transforma en señuelo nacional. Oscar Palacios Herrera, Paco Vera, Régulo
Pérez y Juvenal Herrera son los primeros
en llegar.
Desde todos los ángulos de la
Guayana y desde más allá del Orinoco viene gente a bailar el calipso un tanto
amerengado. A el domplín, el calalú, el
bananpilé y el yinyabié.
Entre trago y trago del mabí se
canta el ambaicalá de la Negra Isidora por las calles estrechas del poblado que
nunca dejan de ser interminables a la hora de “El Callao to morrow night”.
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