Los indios Yanomami, en sus dominios
de los altos del Caura y Cuchivero parecen ser los únicos que se resisten en
dejar el Curare para asegurar el éxito de su caza, pues de cierto se sabe que
en otras comarcas tribales ha desaparecido casi por completo la práctica
ancestral de emponzoñar las armas de caza y guerra con esta sustancia resinosa,
oscura, amarga y de efectos fulminantes.
El indio ha descubierto en la
escopeta un sustituto más expedito aunque explosivo, pero cuya novedad parece
incapacitarlo para ver más allá ciertas consecuencias que bien pudieran
determinar antropólogos y ecólogos.
Por supuesto que la escopeta es más
costosa y ahora, con la devaluación, debe serlo mucho más, pero esto parece no
detener al indio entusiasmado pero un arma que para manejarla no se requiere
mucha pericia, que no es tan aparatosa como el arco y la flecha, además de la
ventaja de que un solo disparo puede, por el desparrame de perdigones, deparar
muchas presas. De manera pues que se ha
ido quedando con ella y dejando a un lado la que durante centenares de años le
ha servido de apoyo para su seguridad personal y de ayuda para el logro de la
subsistencia.
Queda claro que con el arco y la
flecha desaparece también la labor industriosa del Curare sostenida por quienes
dentro de la tribu saben dónde encontrar el bejuco de Mavacure y como obtener
el veneno de la corteza y el sámago y luego combinarlo con el ciracaguero para
que dé los resultados que se buscan.
La vigencia del curare estaría en la
medicina que ha venido empleándolo con éxito en la anestesia general y para
tratar los espasmos musculares en los enfermos de tétano, pero en la actualidad
están apareciendo otras sustancias más efectivas y menos costosas que en
definitiva terminarán por dejar en paz al Mavacure del sur orinoqueño.
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