domingo, 7 de abril de 2013

Los gigantes de Curazao y los Ewaipanomas de Guayana



            Américo Vespucci escribió haber visto gigantes en la isla de Curazao.  Mujeres como Pentesilea y hombres como Antelo, “de tanta estatura que cualquiera de ellos era tan alto de rodillas como uno a pie”.  Un patagón habría resultado de la talla común de un liceista ante aquellos descomunales seres que espantaron al navegante florentino y a sus acompañantes en intento de capturar quinceañeras caquetías en la antillana isla para llevarlas de muestra al Rey.  Walter Raleigh venido después, no como conquistador sino como pirata, también dijo haber visto en Guayana eres fenomenales, sólo que no eran gigantes sino hombres sin cabeza, con  la cara en el pecho y el cabello en los hombros que habitaban en los ríos Aro y Caura.  Tales eran los “ewaipanomas” que asombraron al mundo; pero no habría sido más que el producto de alucinaciones propias de quienes afiebrados por las aventuras penetraban mundos ignotos y desconocidos, o tal vez fabulaciones intencionadas para llamar la atención de los europeos, aunque bien algunos seguidores de Erich Von Daniken podrían asegurar hoy que no trataba de una cosa ni de otra sino de seres reales venidos de otros planetas.  Lo cierto es que después de entonces nadie más por esos lares ha visto almas tan extrañas.   Los habitantes de Curazao no acusan ascendientes herculeanos o como los vistos por Gulliver en Brobdingnad, altos como una torre, que acrediten lo dicho por Vespucci; y en los territorios del Aro y Caura los único sobrevivientes desde tiempo inmemorial no han sido que otros que los e’ñapa o panare, tan normales físicamente como el resto de los americanos.

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