El guayanés en su quehacer de todos
los días y para cualquier empresa tiene un socio que casi nunca
identifica. Cuando se le oye hablar de
él inmediatamente nos lo imaginamos de carne y hueso y, por supuesto, con otras determinantes
posibles, pero, a la larga, nos damos cuenta que el bendito socio es un ente
mágico – religioso o simplemente teologal.
El socio viene siendo Dios al que también llaman “El Viejito” uno de
esos espíritus andante que se encarnan transitoriamente en los médium o el
mismito Satanás.
El guayanés, especialmente el
guayanés del río, del llano y de la selva, no quiere sentirse solo de lo
desconocido e inventa ese “socio”, favorecido por su ambiente socio – cultural,
que lo hace sentir seguro.
La figura del socio la capta
Gallegos a su paso por aquí y la sumerge en “Doña Bárbara”. La devoradora de hombres tiene un socio que
es el Nazareno de Achaguas, pero como nunca lo identifica por su nombre, la
gente del llano, sobremanera, Pajarote, conjetura que es el diablo.
Así como en Canaima Gallegos recoge
la leyenda de la piedra de Santa María y de la sapoara, también en “Doña
Bárbara” cuenta la creencia mágica del “socio” y del “Viejito”: “Dejamos al
Viejito”, dicen los palanqueros río adentro, y preocupados regresan por él al
punto de partida. Zarpan de nuevo y
preguntan el patrón “¿Con quién vamos?” y responden desde la proa: “Con Dios... y María Santísima”.
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