miércoles, 24 de abril de 2013
A LA MÚCURA SE LA TRAGÓ EL ORINOCO
>Antonio Levanti, un corso que comenzó trabajando en el comercio de
explotación del caucho, el balatá y la sarrapia, incursionó también en la
empresa del transporte fluvial fundando la Compañía Anónima de Transporte Fluvial
y para competir con la iniciativa de Inaty y Lugo, se trajo a Ciudad Bolívar en
1948, a su paisano francés Alberto Minet, quien tenía experiencia como armador.
Minet se hallaba en Caracas desde
1947, a donde llegó vía Puerto La Cruz en un barco carguero, trayendo consigo
sólo una maleta, una liviana máquina de escribir y 600 dólares. Atrás había
dejado el desastre de la Guerra donde sirvió en una subterránea fábrica de
aviones de caza.
Levanti quien operaba en sociedad
con Félix Tomassi y Enrique Planchart, ofreció todas las facilidades a Minet y
éste improvisó un Varadero en La Trinidad donde fabricó varias de las primeras chalanas
de hierro, entre ellas, La Múcura, nombre que respondía al porro colombiano de Toño Fuentes muy de moda para la época y en cuya letra el pueblo encontraba un
mensaje que asociaba negativamente con la dictadura del general Marcos Pérez
Jiménez: “La múcura está en el suelo mamá no puedo con ella”, y era
porque pesaba mucho, tanto, que se hundió como el régimen de libertades legado
por la Revolución de Octubre. Los bolivarense al final lanzaban la punta cada vez que ¨la situación lo ameritaba: "La múcura del suelo se fue pa ´el foso" (AF).
martes, 23 de abril de 2013
La Múcura y la culebra de siete cabezas
Cuando una
chalana llamada “La Mucura” se hundió cerca de la Piedra del Medio, la gente decía
que posiblemente fue la culebra de siete cabezas causante del percance. La leyenda tomó más cuerpo cuando Alberto
Minet trajo un buzo margariteño para ver en el fondo si era posible rescatar la
barcaza y no pudo realizar su trabajo porque según él había cerca una culebra
gigante no de siete sino de dos cabezas.. El problema es que nadie hasta ahora
ha visto la tal culebra de siete cabezas, a menos que exista una confusión con
la encontrada realmente por el científico sueco Pedro Löefling en 1754. Löefling, interesado en aumentar su
colección botánica, no descuidó sin embargo la zoológica que le permitió
conocer una Danta y sorprendentemente, una culebra de dos cabezas. (amphisbaena) que Gumilla había
descrito antes como tarda en sus
movimientos, los cuales podía realizar según el sentido que le diera cualquiera
de las dos cabezas.
lunes, 22 de abril de 2013
LA NOVEDAD DEL FERRY BOAT ANGOSTURA
Después de las chalanas de hierro
vino el Ferry Boat Angostura, nombre adquirido luego que dejó para siempre el
Lago de Maracaibo donde cumplía igual función que la que vino a cumplir entre
el Puerto de Soledad y Ciudad Bolívar, en franca competencia con las chalanas
de Antonio Levanti y Nasis Rassi. El
hundimiento de “La Múcura” favoreció y aceleró la compra del Ferry pues daba
mayor seguridad al pasajero y al vehículo además de su mayor capacidad y vistosidad. El Ferry Angostura entró en servicio al
iniciarse 1953 y la novedad despertó tanto júbilo y curiosidad que los
bolivarenses se pasaron todo el año nuevo paseando en el Ferry por mero
divertimiento y todo gracias a un señor
Ramón Ochoa Tucker que fundó la Sociedad Anónima “Ferry´s Orinoco”
vendiendo acciones de cincuenta bolívares desde un cuchitril del Paseo Meneses (AF).
domingo, 21 de abril de 2013
"Gomecito" el de la SN
Luis Fernández, recién se estrenaba
en su otrora oficio de joyero, cuando un día de los años cincuenta lo visitó en
su taller del Puerto de Las Chalanas, al lado del cine Río, el jefe local de la Seguridad Nacional, a quien llamaban
“Gomecito”, interesado en una cadena con la cual aspiraba halagar a don Pedro
Estrada, así como un prendedor prometido a Doña Flor y una leontina para El
Platinado, todo lo cual debía estar listo al cabo de una semana, cuando
viajaría a Caracas como invitado muy especial del Gobierno.
Fernández, por tratarse de un funcionario
de su índole, puso empeño en el encargo.
Habilitó empleados y sacó fiado el oro, que entonces costaba cinco
bolívares el gramo, y tal como fue convenido, a la semana, se presentó Gomecito
a retirar los dorados objetos, prometiendo pagar tan pronto regresara de la
capital.
Muy difícil era, para un policía o
funcionario público de aquel decenio tenebroso de la Seguridad Nacional, ser
probo y honrado. De manera que Fernández
hizo tres intentos en vano para que Gomecito cancelara la factura y, al final
optó, por darle ese trabajito tan penoso de cobrador a su comadre la señora
Maurera, pero, sálvese quien pueda, el jefe de la Seguranal, histriónicamente,
montó en cólera y ordenó a cuatro de sus agentes traer a su presencia al joyero
de la calle de Las Chalanas.
“De manera que usted pretende
ridecularizarme comisionado a una mujer para cobrarme” – exclamó con acento
admonitorio. Pero Fernández respondió que de ningún modo había sido simplemente
él carecía de tiempo para continuar haciéndolo personalmente.
-
En ese caso entonces – lo
interrumpió el Policía – yo sé cuando debo pagarle – y Fernández, bien
aconsejado por lo que intuía, decidió dejar las cosas como estaban o, por lo
menos, hasta que algún día cayera la dictadura del general Marcos Pérez
Jiménez, como realmente ocurrió el 23 de enero de 1958. Entonces, don Luis se armó de un Collins tres
canales y no dejó rincón de la ciudad que no olfateara buscando la piel del
arbitrario jefe de la Seguridad.
Finalmente, monseñor Juan José Bernal Ortiz, Obispo de la
Diócesis, lo aplacó diciéndole que los miembros de la Seguranal estaban
detenidos en el cuartel militar que él hablaría con el comandante para ver si
recuperaba el producto de su trabajo.
Así lo hizo y Fernández fue
citado ante el comandante y en su presencia fue traído Gomecito, quien
reconoció la deuda, pero no tenía para cancelarla sino 500 bolívares
depositados en la receptoría y 500 más de un Jeep que le había vendido a un
oficial del mismo cuartel.
“¿Le sirve eso?”, le preguntó el comandante y Fernández respondió un
tanto resignado: “Qué vamos a hacer,
cuando se hunde el barco hay que salvar aunque sea la guerra.”
sábado, 20 de abril de 2013
El famoso "Trapecio" de Ciudad Bolívar
La ciudad hasta los tiempos de
Sánchez Lanz, vale decir, de Pérez Jiménez, contó con un pintoresco y típico
mercado prácticamente a la orilla del río, justo en el punto donde Moreno de
Mendoza hizo construir el San Gabriel,
fuerte bis a bis con el San Rafael, al lado opuesto, para guardar el paso fluvial
contra cualquier aventurero o pirata al estilo Janson o Raleigh.
En ese mercado que tenía forma
pentagonal convergía la ciudad alimentaria, la que iba de compra armada costal
y cesto, la que procuraba el fruto fresco recién llegado en falcas y curiaras,
tres puños y balcazas, las que iba a saborear los manjares de la mesa criolla y
a enterarse de lo humano y lo divino, de lo intrascendente hasta lo descomunal.
Era un mercado profuso, heterogéneo
y bullicioso, pero más aún por los días decembrinos después que la parranda de
Pura Vargas soltaba el último y más profano de los aguinaldos. Entonces, era la romería desde las gradas de
la Catedral y la Plaza Bolívar bajando por la Constitución y la Igualdad al
encuentro del café con leche, de la empanada caliente, del carato de moriche o
la chicha acanelada del negro de las Lamus.
Al mediodía el mercado no era tan
congestionado, pero había un despacho donde la gente azarosa se apiñaba. Se llamaba “El Trapecio”. Trapecio el sitio y Trapecio la especialidad: un soberbio sancocho de pescado de lo más
creativo y singular. Un hervido donde se
juntaba toda la sustancia proteica y cerebral de la ictiofauna orinoquense.
Julio Barazarte que así dicen que se
llamaba aquel dicen que se llamaba aquel tramaturgo de la cocina trapecista,
compraba cabezas de la ventana de pescado del día, generalmente de morocoto,
cachama, sapoara, curbinata y blanco pobre.
Las metía en un saco y luego de toletearlas con una macana india apropiada,
las sumergía sin sacarlas del costal en un palanga de agua hirviente. Allí sujetaba el saco hasta el adecuado punto de cocción y finalmente
utilizaba aquella suerte de consomé para preparar el tradicional sancocho de
pescado con mucha verdura, ají y presas.
De esta manera se lograba el colosal trapecio donde la gente sin temores
ni red de protección tomaba vuelo.
El plato rebosado costaba apenas
medio real y con derecho a repetir. Por
supuesto, no había cliente que no repitiera, especialmente recién casados,
caleteros y toda la marinería fondeada
desde Los Palos de Agua hasta Trinidad y la cual se hacía sentir
tumultosa por las noches en la llamada Ciudad Perdida.
En agosto del 43, el Orinoco volvió
por sus fueros en un desbordamiento similar al del 92 cuando dicen los abuelos
que tapó por primera vez la Piedra del Medio.
Ese desbordamiento del 43 acabó con
la ciudad perdida y el gobernador Sánchez Lanz, mas tarde reubicó el mercado y
desapareció El Trapecio. No hubo
añoranza porque la gente descubrió que el secreto de aquel almuerzo
espectacular estaba en la cabeza de la sapoara.
Desde entonces es el popularísimo merengue: La Sapoara, del músico y compositor
margariteño Francisco Carreño: Llegando
a Ciudad Bolívar/me dijo una guayanesa/que si comía sapoara/no comiera la
cabeza/Me lo aconsejó mamita/me recordó Teresa/he comido/la bicha con to y
cabeza/siempre que reciba el beso/de una linda guayanesa.
viernes, 19 de abril de 2013
Un alemán que vino por sapoara y se quedó por mango
Bocholt es una ciudad alemana
próxima a la frontera con Holanda, donde se habla el alemán antiguo, que viene
siendo el idioma holandés actual. Allí
nació, poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Wolfgang
Schoroder Lennartz, un profesional de la hotelería, del turismo y del arte
culinario vinculado a nuestro continente por ese puente que significa turismo
internacional.
Llegó a Venezuela el 8 de agosto de
1981, contratado por Evca, una empresa norteamericana de consumo, dedicada a la
elaboración de comidas para comedores industriales.
Wolfgang vino dentro de un grupo de
diez técnicos de diferentes países, especializado en comidas internacionales,
para poner en marcha los comedores de los campamentos de trabajo de la presa Raúl
Leoni.
Veinte días después de haber llegado
directamente de Europa a Guri, el grupo organizó y puso a funcionar los
comedores. El 28 de agosto salieron las
primeras comidas para 8 mil obreros que laboraban en la construcción de la
última etapa de la presa. El contrato
era por seis meses mientras se entrenaba al personal. Pero Wolfgang, a pesar que se le agotó el
tiempo del contrato, lleva en Bolívar más de ocho años. Se quedó en Guayana, con otros centenares de
extranjeros que adoptaron esta tierra como segunda patria porque siempre les
fue imposible resistirse a la magia del agua y de la selva.
Pero, por que no decir también, al
encanto de la mujer venezolana. Porque
en el caso de Wolfgang, Conchita, su esposa, excelente profesional de medicina,
fundadora de los servicios de terapia intensiva en Guri, es una caraqueña
gentil que comprometió su destino con el hombre venido de mundos tan distantes.
Cuando Wolfgang aceptó la oferta por
seis meses como entrenador de cocina en Guri, quiso saber en que parte de
Venezuela quedaba ese lugar y, lógicamente, fue a nuestra embajada en Frankfort
a solicitar información, pero el personal no supo donde ubicarlo, de manera que
Wolfgang Schoroder Lennartz embarcó en Viasa y en menos de dos días estaba en
el pórtico de la selva guayanesa, aturdido por el espectáculo imponente de
aquel hermoso río batallando contra el muro.
-
No sabía dónde estaba.
-
¿Qué siente un hombre en
esas condiciones?
-
Es algo inquietante y a la
vez emocionante. La aventura está llena
de esas cosas.
Además, no era la primera vez que
me ocurría, que viajaba y me impactaba lo desconocido.
Antes había estado en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia,
Holanda, Singapur, Australia y Nueva Zelanda.
“Un mes después de mi llegada, - dijo - cuando en una tertulia
familiar alguien me habló de Angostura.
Desde mi primera escuela sabía de esta ciudad lejana con la cual se
vincularon importantes científicos alemanes como Alejandro Humboldt que
escribió seis trabajos sobre Guayana; Koch Gunberg, etnólogo, explorador del
Roraima; Roberto Schombert, etnólogo y explorador del Amazonas y de la Gran Sabana y, entre otros, Ernesto
Ule, quien estudió la formación vegetal de la Gran Sabana.
Acotamos que el médico Juan Teófilo Benjamín Siegert, inventor del
famoso Amargo de Angostura, también era alemán y que esta capital en el siglo
pasado importaba por el Orinoco muchas cosas del puerto de Hamburgo, de manera
que no es extraño que en Alemania se conozca más a Angostura que en la propia
Venezuela.
Lo cierto es que Wolfgang está metido de lleno en Ciudad Bolívar y
debidamente instalado con una rotisería y una agencia de fiestas tan productiva
que el negocio le ha dado lo suficiente para reinvertir sus ganancias en un
complejo agro industrial donde la materia principal será el abundante,
amarillo aromático mango guayanés.
jueves, 18 de abril de 2013
El sustituto infructuoso del Correo del Orinoco
El “Correo del Orinoco” habría
podido permanecer si su vida no hubiese estado limitada desde un comienzo por
la provisionalidad de Angostura como sede del Poder Nacional. Siendo un órgano del Supremo Gobierno debía
asentarse en donde quiera que este estuviese y es por lo que al escogerse a
Nuestra Señora del Rosario de Cúcuta como centro de los poderes de Venezuela y
Cundinamarca reunidas en una sola nación, queda sellado el destino del “Correo
del Orinoco”. No obstante, tuvo vida
hasta marzo de 1822 en que el coronel José Ucroz, gobernador de la provincia,
cesó como tal.
La vida temporal del “Correo del
Orinoco” la previó Bolívar cuando a fin de que se multiplicaran los
establecimientos tipográficos becó a jóvenes para que aprendieran el arte de la
imprenta en los propios talleres del Correo.
Meses después, mayo de 1820, se
diseñó un nuevo periódico: “Amor a la
Patria”, no oficial, del que al parecer solo se publicó un prospecto. Un aviso en la edición 61 del Correo da
cuenta del mismo y se le atribuye a un grupo de amigos “que quieren demostrar
que hacen lo que le es posible y han formado el prospecto, de un periódico con
el titulo de “Amor a la Patria”, que está ya impreso. Los que deseen tomarlo y suscribirse
ocurrirán a la casa de la Imprenta y se instruirán del plan y demás
conducente.”
“Amor a la Patria” iba a ser el
sustituto del “Correo del Orinoco”, pero la depresión económica como
intelectual de la Angostura a causa del cambio de sede del supremo gobierno fue
tal que el periodismo desvaneció y hubo que aguardar 17 años para que se
reanimara con la aparición de “El
Telégrafo”.. De todas maneras, los angostureños para conservar en la memoria colectiva la loable intención de Roderick, le pusieron "Amor Patrio" a la calle que pasa por la Casa de los Gobernadores.
miércoles, 17 de abril de 2013
El Callao to morrow night
El oro y el color de la piel de su gente no es sólo lo que llama la atención de El Callao, sino también su Calipso de reminiscencias ancestrales, muy diferente al antillano porque es sin steel band y con cantos. Calipso muy del pueblo, animando comparsas llenas de símbolos y colorido, moviéndose al ritmo de los tambores, bunbac, el rallo y la campanilla.
Ambaicalá, Body Man Down, al ritmo
del calipso van coreando las comparsas de la Negra Isidora , de
Kenton y de los Hermanos Clark.
A la percusión se suman las cuerdas
del bajo, de la guitarra y del cuatro más el sonido metálico del cencerro y el
chascoso de las maracas.
En El Callao, la danza y la música
tienen sabor propio y es igual en el carnaval, en la Navidad y año nuevo como
en los días de su patrona Nuestra Señora del Carmen o como cuando llega un
personaje muy importante. Pero es
durante los carnavales cuando El Callao se transforma en señuelo nacional. Oscar Palacios Herrera, Paco Vera, Régulo
Pérez y Juvenal Herrera son los primeros
en llegar.
Desde todos los ángulos de la
Guayana y desde más allá del Orinoco viene gente a bailar el calipso un tanto
amerengado. A el domplín, el calalú, el
bananpilé y el yinyabié.
Entre trago y trago del mabí se
canta el ambaicalá de la Negra Isidora por las calles estrechas del poblado que
nunca dejan de ser interminables a la hora de “El Callao to morrow night”.
martes, 16 de abril de 2013
El eterno socio del guayanés
El guayanés en su quehacer de todos
los días y para cualquier empresa tiene un socio que casi nunca
identifica. Cuando se le oye hablar de
él inmediatamente nos lo imaginamos de carne y hueso y, por supuesto, con otras determinantes
posibles, pero, a la larga, nos damos cuenta que el bendito socio es un ente
mágico – religioso o simplemente teologal.
El socio viene siendo Dios al que también llaman “El Viejito” uno de
esos espíritus andante que se encarnan transitoriamente en los médium o el
mismito Satanás.
El guayanés, especialmente el
guayanés del río, del llano y de la selva, no quiere sentirse solo de lo
desconocido e inventa ese “socio”, favorecido por su ambiente socio – cultural,
que lo hace sentir seguro.
La figura del socio la capta
Gallegos a su paso por aquí y la sumerge en “Doña Bárbara”. La devoradora de hombres tiene un socio que
es el Nazareno de Achaguas, pero como nunca lo identifica por su nombre, la
gente del llano, sobremanera, Pajarote, conjetura que es el diablo.
Así como en Canaima Gallegos recoge
la leyenda de la piedra de Santa María y de la sapoara, también en “Doña
Bárbara” cuenta la creencia mágica del “socio” y del “Viejito”: “Dejamos al
Viejito”, dicen los palanqueros río adentro, y preocupados regresan por él al
punto de partida. Zarpan de nuevo y
preguntan el patrón “¿Con quién vamos?” y responden desde la proa: “Con Dios... y María Santísima”.
lunes, 15 de abril de 2013
Pedro Monasterio y el oro de Guayana
Entre los descubridores de los
yacimientos auríferos del Yuruary figura Pedro Monasterios Soto, bisabuelo de
Rafael Monasterios, pintor venezolano a quien la GAN homenajeó cuando cumplió
100 años de su nacimiento al igual que el Museo de Barquisimeto con una exposición
selectiva de sus obras. Pedro
Monasterios antes de internarse en la selva del Yuruary, había estado en
Angostura como edecán del general José Laurencio Silva y, posiblemente entonces
lo picó el prurito de El Dorado, pues tan pronto cesó la campaña libertadora
que lo llevó hasta Guayaquil, regresó a Nueva Granada en 1830 donde adquirió
conocimientos prácticos de mineralogía.
Luego se vino a su natal Caracas, pasó a Barquisimeto y finalmente se
trasladó a Guayana por la vía de San Fernando de Apure. Como lo haría después Lucas Fernández Peña
hasta fundar y quedarse en Santa Elena, Monasterios buscaba oro, pero sin
bastimento, en una zona desolada y agresiva, tuvo que regresar a
Barquisimeto. Pero su proeza, porque era
una hazaña entonces internarse en la selva, convenció a los guayaneses de la
existencia de ricas minas auríferas en el Sur que llevan ya más de 140 años
explotándose y cada vez en cantidades superiores. Una hoja impresa de 1850 testimonia la
presencia en Tupuquén de Monasterios, quien murió el 18 de agosto de 1868 en la
más completa pobreza. 50 onzas de oro
entonces valían poca cosa. Con el precio
de hoy, ayer le habría sido una fortuna.
domingo, 14 de abril de 2013
La “Y” de la Zapoara
No es que el sustantivo “Zapoara” ortográficamente
lleve una “Y”. Nada de eso, sino que en
la estructura esquelética del pez de este nombre, legítimo y único del Orinoco,
existen huesecillos parecidos a la Y griega.
Detalle biológico que hace aún más interesante este pez fusiforme de coloración
vistosa que abunda y se captura durante la temporada de agosto.
El fin de tales apéndices
intercostales es el de unir costillas con costillas y contribuir a robustecer
la armazón esquelética de los peces con movimientos vigorosos como el morocoto y
el coporo que también los tienen y son grandes migradores.
La Zapoara es un pez migrador que se
desplaza contra la corriente y en consecuencia debe cumplir movimientos
fuertes. Se ha investigado que una vez
adulta, sale de los rebalses y lagunas marginales en el período de aguas altas
y recorre unos 400 kilómetros con propósitos reproductivos. Aquí, de acuerdo con una consulta al biólogo
marino Daniel Novoa, estaría la explicación de este hueso parecido a la vigésima
séptima letra del abecedario castellano y a la que tanto tememos los devotos de
la exquisita vianda orinoqueña. Y la
verdad es que la ye o y griega siempre ha sido de temer, no sólo en el sentido
gastronómico sino también suele hacer las veces de vocal y en su pronunciación
puede confundir con la “ll”, pero su fin esencial siempre es el mismo, en
ciertos peces de agua dulce, para unir costillas con costillas y en el lenguaje
castellano para unir las palabras o cláusulas de una oración.
sábado, 13 de abril de 2013
Lobos de río y de mar
La diminuta isla de Coche,
descubierta el 28 de agosto de 1527 por Juan López de Archuleta, y la cual
llegó a ser hasta 1907 capital del Territorio Federal Colón que comprendía
todas las demás islas del Caribe pertenecientes a Venezuela, con excepción de
Margarita, ha dado entre muchos, dos hijos, marinos intrépidos como su
fundador, que mencionan con admiración en las crónicas de ayer y de hoy por
haber participado en aventuras
históricas singulares como al científica de Humboldt y Bonpland por el
Orinoco hasta Río Negro y, la más reciente, cumplida a bordo del “Niculina”,
peñero margariteño, hasta Río de la Plata, ida y vuelta, para demostrar la
navegabilidad por los países del
Hinterland.
Son ellos, Carlos del Pino, a quien
Humboldt embarcó en “El Pizarro” cuando este fondeo incidentalmente frente a la
isla de Coche, y Antonio Coello Fernández, patrón del “Niculina” a bordo del
cual Constantino Geroguescu Pipera y el camarógrafo Mark Mikolas,
expedicionaron a través de los ríos de la Argentina, Paraguay, Bolivia, Brasil,
Ecuador, Colombia, Perú y Venezuela.
Carlos del Pino murió al regreso de la expedición humboldiana de 16
meses, en Angostura, a causa de la
malaria, mientras que el primo Antonio Coello Fernández, continúa navegando entre
Coche y Porlamar contando a cada amigo y paisano su proeza de mar y río que le
ha valido un lugarcito en la historia de la navegación por los países del
Orinoco, el Amazonas y el Plata.
viernes, 12 de abril de 2013
Los tres Barrabás
Los tres Barrabás más recientes en
la memoria del venezolano seguramente que son el judío que así de verás se
llamaba y que según las escrituras sagradas fue preferido por una multitud en
lugar de Jesús para que Poncio Pilato le concediera la libertad en la fiesta de
Pascua; Rafael Serrano Toro, a quien la cárcel milagrosamente regeneró e hizo
miembro de la narrativa después de haber sido delincuente, y Jaime Teófilo
Hudson, cuyo único “delito” fue extraer de los aluviones del Icabarú una piedra
preciosa de 155 quilates, la más grande hasta ahora dada por Guayana, pero
también la de peor suerte pues la Casa Harry Winston de Nueva York la fraccionó
para mejor negocio.
Pero por este hallazgo precioso y
muy digno de un minero guayanés, Jaime Teófilo Hudson jamás estuvo preso, lo
que no quiere decir que no la haya estado.
Lo estuvo en Tumeremo por
piropear la mujer de un guardia nacional y una poblada, qué coincidencia, pidió
también su libertad y es que el negro calloense, no por llevar el nombre de
Jaime ni el apodo de Barrabás es querido en la Guayana de las leyendas
insondables sino porque realmente él simboliza la imagen y destino minero
tradicional, del que nada tiene y llega de súbito a tener mucho y al final se
rinde a la pobreza.
El Barrabás guayanés del hallazgo
del diamante que después de fraccionado y tallado fue vendido por más de 5
millones de dólares, murió pobre y sin sueños.
Sólo vivencias fantasmales como
las que poblaron el alma literaria de ese otro Barrabás llamado Rafael Serrano
Toro.
jueves, 11 de abril de 2013
El bachiller o pescado de San Pedro
El instituto Oceanográfico del núcleo Sucre de la Universidad de
Oriente pensó que sería beneficioso para campesinos de las costas del Manzanare
adentro ponerles a tiro de pesca una vianda rica en fósforo y proteínas,
cultivada en los meandros del río más grande que tienen los sucrenses y tenía
que ser un pez prolífico y de rápido crecimiento en aquel hábitat tan
escasamente animado por especies autóctonas.
De manera que puesta en marcha la idea, a uno de los expertos biólogos del
instituto se le ocurrió que la Tilapia africana vendría bien para aquellas
aguas que bajaban del Turimiquire y se
importó un buen cardumen de pececillos para las primeras siembras, pero ocurrió
que con el tiempo de la lluvia los cultivos desaparecieron y por extinguidos se
daban hasta que la investigación científica los puso al descubierto en otras
aguas muy al sur y fuera de los límites del estado. La Tilapia, de rasgos comunes al exquisito
Pavón de las lagunas del Caura, había remontado los cursos fluviales que llegan
hasta Monagas donde se daban su agosto pescándolos con señuelos rápidos los
agricultores y como hasta allí debieron llegar en sus pesquisas profesores y
estudiantes del instituto deseosos de estudiar el fenómeno, los campesinos
entre bromas y chanzas acordaron adoptar la especie africana con el nombre de
“El Bachiller”. “Voy a pescarme un
bachiller” se oye decir por allá cerca del Amaná, Guarapicje y el Guanipa. En Israel lo llaman “El pescado de San Pedro”,
porque era el que pescaba el apóstol,
miércoles, 10 de abril de 2013
El asado de mono en la fiesta de la juvia
Los indios del Alto Orinoco realizan
una fiesta parecida a la de la vendimia europea. Tal es la fiesta de la recolección del fruto
de la juvia, un árbol silvestre de la región del Padano semejante al castaño y
que ellos utilizan como parte de su alimentación.
Por cierta época del año los indios
cubren una larga jornada de varios días en busca de la juvia y a su regreso
todo está preparado para el jolgorio.
Danzas, monos asados y bebidas fermentadas alegran el retorno y la
cosecha.
La juvia, también llamada almendrón
o castaña brasileña, llega a medir hasta 40 metros de altura y noventa
centímetros de diámetros. Los frutos,
pesados y tan grandes como la testa de
un recién nacido, contienen de doce a veinte nueces y están siempre listos para
gotear a fines de mayo.
Fuente importante de grasa y
proteínas, además de algunas vitaminas como la A, es la nuez del fruto de la
juvia y por eso los indios, antes de que llegue la lluvia, lo buscan donde esté
y lo cargan en cestones como nidos de oropéndolas sobre la espalda limpia.
Cuando la caravana llega, casi no
hay tiempo para el reposo. Suenan los
instrumentos, las bebidas fermentadas comienzan a surtir su efecto y los indios
tomados de las manos hacen un círculo y
entonces danzan girando alternadamente a la izquierda y a la derecha. En la danza no participan las mujeres y su
tarea durante la fiesta se limita a servirles el asado de mono y las bebidas
mientras los sonidos agudos y melancólicos de las cañas invaden el ambiente.
martes, 9 de abril de 2013
La bulla espantó a los pájaros
La bulla de los monos y guacamayas
ha quedado desplazada en la selva guayanesa por los mineros cuya algarada de
febril pedrería dispara hacía las copas
espantando la sonora tranquilidad de los pájaros. Otra bulla comenzó a bullir en la selva ahora
maltratada por la ambición dorada. Donde
hay bulla hay mineros, donde hay minero hay diamante y más bulla hay a medida
que como río crecido va arrastrando todo cuanto la bulla abarca en la selva
como el crocitar de aves y el bufidos de animales. Son tantas mujeres como hombres, muchos
hombres y mujeres tantas como hombres con la piel solana que van como ciegos
cimbrados bajo el peso del guayare, atropellando la oscura humedad de la
jungla. Llevan los ojos ansiosos por una
sed que parece no apagarse nunca. Van a
lo que después se vuelve bulla, bullicio, algarabía interminable que nadie sabe
donde comienza y dónde habrá de terminar.
Sólo se sabe que lo que será en aquel lugar o en otro más allá del río y
la quebrada, allá en el bosque umbrío y
sombrío, lleno de maraña o selva intrincada,
será después tierra arrasada, acribillada y deshecha, fuerza muscular
hundida como barrena en la entraña de aluvión y greda que buscaba alrededor de
las cribas yuxtapuestas la diminuta y centellante luz de una quimberlita apagada
por los siglos.
lunes, 8 de abril de 2013
El día en que en Ciudad Bolívar se agotó la seda
Seda vs. Rayo
El día en que se agotó la seda todo
el mundo andaba asustado ante el temor de que fuese cierto lo pronosticado pro
el doctor Perfetti. Sobre la ciudad se
desataría una enorme tempestad seguida de aquel calor febril y acre que
sofocaba al habitante. Lo inaceptable
para muchos era que todo un científico como el doctor Perfetti recomendara para
protegerse de los rayos, anudarse un trapito de seda en los dedos gordos de los
pies y las manos además de uno en el cuello a manera de collar. Para los incrédulos era algo casi rayano en
lo ridículo; sin embargo, muchos aceptaron porque aparte de resguardarse bien
en una casa con pararrayos, no había al parecer otra alternativa. La advertencia indicaba que la seda debía ser
la purita que teje el gusado devorador de la morera pues había de otra clase
fabricada con filamentos de celulosa que en ambiente electrizado podría
trabajar al revés, pero por lo que se comentó luego la gente atemorizada no
reparó en el detalle y agotó el stock que de ambas clases tenían las
tiendas. Miles de rayos cayeron sobre la
Angostura del Orinoco y nunca ante Dios y los santos vinculados al rayo y a la
lluvia como San Isidro Labrador, recibieron mayor número de plegarias. La empresa del alumbrado eléctrico en
prevención cortó el fluido hasta tanto pasara la tempestad. La ciudad quedó bajo una oscuridad tan sólo
interrumpida pro el vivísimo resplandor de los fucilazos. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa
que del vaticinio Perfetti y los resultados milagrosos de la seda toda vez que
nada se supo de persona alguna que hubiese sido fulminada por un rayo. Solo el Arzobispo Mata Cova se lamentaba de
no haberle colocado un lacito de seda a la torre de la Catedral pues una
centella había caído y dañado los relojes importados de Hamburgo el siglo
pasado.
domingo, 7 de abril de 2013
Los gigantes de Curazao y los Ewaipanomas de Guayana
Américo Vespucci escribió haber
visto gigantes en la isla de Curazao.
Mujeres como Pentesilea y hombres como Antelo, “de tanta estatura que
cualquiera de ellos era tan alto de rodillas como uno a pie”. Un patagón habría resultado de la talla común
de un liceista ante aquellos descomunales seres que espantaron al navegante
florentino y a sus acompañantes en intento de capturar quinceañeras caquetías
en la antillana isla para llevarlas de muestra al Rey. Walter Raleigh venido después, no como
conquistador sino como pirata, también dijo haber visto en Guayana eres
fenomenales, sólo que no eran gigantes sino hombres sin cabeza, con la cara en el pecho y el cabello en los
hombros que habitaban en los ríos Aro y Caura.
Tales eran los “ewaipanomas” que asombraron al mundo; pero no habría
sido más que el producto de alucinaciones propias de quienes afiebrados por las
aventuras penetraban mundos ignotos y desconocidos, o tal vez fabulaciones
intencionadas para llamar la atención de los europeos, aunque bien algunos
seguidores de Erich Von Daniken podrían asegurar hoy que no trataba de una cosa
ni de otra sino de seres reales venidos de otros planetas. Lo cierto es que después de entonces nadie
más por esos lares ha visto almas tan extrañas. Los habitantes de Curazao no acusan
ascendientes herculeanos o como los vistos por Gulliver en Brobdingnad, altos
como una torre, que acrediten lo dicho por Vespucci; y en los territorios del
Aro y Caura los único sobrevivientes desde tiempo inmemorial no han sido que
otros que los e’ñapa o panare, tan normales físicamente como el resto de los
americanos.
sábado, 6 de abril de 2013
La escopeta acabó con el Curare
Los indios Yanomami, en sus dominios
de los altos del Caura y Cuchivero parecen ser los únicos que se resisten en
dejar el Curare para asegurar el éxito de su caza, pues de cierto se sabe que
en otras comarcas tribales ha desaparecido casi por completo la práctica
ancestral de emponzoñar las armas de caza y guerra con esta sustancia resinosa,
oscura, amarga y de efectos fulminantes.
El indio ha descubierto en la
escopeta un sustituto más expedito aunque explosivo, pero cuya novedad parece
incapacitarlo para ver más allá ciertas consecuencias que bien pudieran
determinar antropólogos y ecólogos.
Por supuesto que la escopeta es más
costosa y ahora, con la devaluación, debe serlo mucho más, pero esto parece no
detener al indio entusiasmado pero un arma que para manejarla no se requiere
mucha pericia, que no es tan aparatosa como el arco y la flecha, además de la
ventaja de que un solo disparo puede, por el desparrame de perdigones, deparar
muchas presas. De manera pues que se ha
ido quedando con ella y dejando a un lado la que durante centenares de años le
ha servido de apoyo para su seguridad personal y de ayuda para el logro de la
subsistencia.
Queda claro que con el arco y la
flecha desaparece también la labor industriosa del Curare sostenida por quienes
dentro de la tribu saben dónde encontrar el bejuco de Mavacure y como obtener
el veneno de la corteza y el sámago y luego combinarlo con el ciracaguero para
que dé los resultados que se buscan.
La vigencia del curare estaría en la
medicina que ha venido empleándolo con éxito en la anestesia general y para
tratar los espasmos musculares en los enfermos de tétano, pero en la actualidad
están apareciendo otras sustancias más efectivas y menos costosas que en
definitiva terminarán por dejar en paz al Mavacure del sur orinoqueño.
viernes, 5 de abril de 2013
Cachimbo, el portero más cotizado
Todos saben que está muerto, que
murió hace unos cuantos años no se sabe cómo y dónde. Sólo se sintió su ausencia cuando en las
porterías de los espectáculos, los mozalbetes tuvieron éxito con sus cuentos y
argucias para burlar al taquillero y al portero colándose sin sacar del bolsillo
ni siquiera la cédula.
Para el común, Cachimbo nunca tuvo
nombre de pila (Ramón Guillén) y se duda si el remoquete se lo endilgaron por la
forma de su figura o si porque los humos de su oficio tan estricto y
severamente cumplido se le habían ido a la cabeza. Si estuviéramos en Perú quizás habría tenido
mayor justificación porque Cachimbo le dicen allá a los gendarmes y el Cachimbo
angostureño era todo un guardián montado en la puerta. Lo cierto fue que “Cachimbo” se quedó para
institucionalizar la portería como oficio que no admitía más entrada sino
aquella que tuviese como contrapartida el valor realmente estipulado para poder
disfrutar el espectáculo de cine, circo, teatro, boxeo, béisbol, hipismo o
fiesta bailable, pues en todos parecía estar Cachimbo ya que para desolación de
los pícaros juveniles, los empresarios del espectáculo se lo disputaban con
ofertas remunerativas que hacían de Cachimbo el portero mejor cotizado de
Venezuela. Cachimbo era garantía
absoluta de un balance real entre lo que entraba por taquilla y pasaba por la
puerta. No había porque preocuparse si
el espectáculo era gratuito o de otra condición, solo entraba quien debía, como
le ocurrió a Carvajal cuando llegó al estadio a la lección de gimnasia escolar,
que tuvo que quitarse pantalón y camisa en la puerta para que Cachimbo se
convenciera de que el short y la camiseta deportivas que llevaba correspondían
a la escuela de turno.
jueves, 4 de abril de 2013
Tiempo bueno y tiempo malo
Todos y para todos deseamos
buen tiempo, y cuando el tiempo es malo, lo aconsejable es no destemplar el
rostro porque entonces el tiempo se lo come a uno. De allí tal vez el adagio común y preventivo
de “al mal tiempo buena cara”.
Afortunadamente en este “eterno país
de verano” como lo llamó Wulliam Eleroy Curtis, el tiempo malo es temporero y
quienes, en todo caso más lo sufren son
los navegantes de mar y cielo que para “torearlo” aumentaron y
multiplicaron las aplicaciones del giróscopo de pasadas embarcaciones y
establecieron además las radioayudas, faros y otros horizontes referenciales.
Los campesinos, menos sofisticados y
alejados de las invenciones, métodos modernos y de la información de observatorios y estaciones meteorológicas,
no tienen muchos problemas para saber cuándo habrá mal tiempo partiendo de que
siempre el tiempo es bueno en este lado del mundo. Por la regla ancestral que han impuesto la observación
y el contacto diario con la madre naturaleza, ellos saben que mientras por las
noches canten las tucumurrucas, los aguaitacaminos y los grillos, habrá buen
tiempo y que lo contrario sería si los bachacos, como en noche nupcial, se ven
muy activos desnudando a los árboles y las josefinas sin temor ofreciendo sus flores
lo mismo que los guamaches. Entonces es
seguro que el tiempo será malo porque también las chicharras al igual que un
payador, se verán cantando continuamente de día y de noche mientras un halo
amarillusco se empeña en hacer más atractiva a la diosa selenita de la tierra.
miércoles, 3 de abril de 2013
El Picure del genio tenebroso de Río Negro
El
Picure es roedor un poco parecido a la lapa.
Hocico largo, arisco, en manada casi siempre atravesando los caños del
Caura y otros ríos de Guayana. Nada
tiene de sanguinario este mamífero tan cotizado por el tigre. Sin embargo, “Picure” le decían a uno de los
guardaespaldas del funesto Tomás Funes, quien durante ocho años explotó las
riquezas forestales del Amazonas a sangre y fuego y a un costo humano alto, tal
vez situado en unas 400 víctimas.
“Picure” junto con otro apodado “Avispa” era el encargado de espiar y
eliminar a los enemigos en una trilla llamada “la trocha de la muerte” que
comunicaba a San Fernando de Atabapo con el Alto Orinoco.
El remoquete de “Picure” a este
guardaespaldas o espaldero de Funes quizás no sea por lo cruel y sanguinario
que era sino por lo trompudo y husmeador que había sido el nefasto
personaje. De todas maneras, lo curioso
del caso es que después que el general Arévalo Cedeño libera al Amazonas tras
una operación sigilosa y sorpresiva desde las llanuras de Casanare, enero de
1921, el temible “Picure” se las ingenia para burlar a sus captores y logra
escaparse sin que pudiese nunca darse con su paradero para que pagara sus
crímenes. Desde entonces un nuevo verbo
reflexivo, sinónimo de fugarse habilidosamente, entró a formar parte de la
terminología criollas “Picurearse”.
martes, 2 de abril de 2013
El dragón de los raudales del Orinoco
Quien haya ido a la escuela
difícilmente ignore la existencia de Atures, un raudal inmenso en el que
seguramente pudo inspirarse la figura del periódico ofrecida como torrente que
crece con la resistencia. La zona abrupta
y pedregosa de Atures atravesada en río como un dique consigue aumentar la
fuerza del Orinoco en forma tal que el resultado es una explosión de violencia
que achica y enmudece al más valiente.
Mapara o Adules le dicen los indios Maypure y los misioneros lo
configuran con el mitológico y terrible Dragón, protagonista de numerosas
leyendas y películas en las que siempre resulta vencido, especialmente si quien
suele enfrentarlo ostenta los poderes milagrosos de San Jorge, San Miguel o
Santa Marta. Los expedicionarios que
desde la época de la conquista hasta noviembre de 1951 se afanaron en
buscar las fuentes u origen del Río
Padre, se encogían de temor ante ese innavegable obstáculo de los Raudales de
Atures y Maypure. José Solano,
comisionado de límites, remontando el Orinoco en 1756 casi es convencido por
los sacerdotes jesuitas para que desistiese de la temeridad de pasar los
raudales, por lo menos, en sus barcos.
Pero el expedicionario fingió un
día ir a pescar y sin que misioneros e indígenas se percataran realizó la
proeza de atravesar los raudales y dicen las crónicas de la época que el Padre
Superior de los jesuitas, al conocer la noticia, dijo a Solano: “Me alegro que haya usted sujetado al Dragón
mientras estaba dormido que al despertar con las crecientes ha de bramar por
hallarse burlado”.
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