sábado, 6 de julio de 2013

Un siglo promisorio


El Siglo veinte se veía venir con halagadoras perspectivas, pues en el mes de la transición fueron inaugurados varios establecimientos comerciales, entre ellos, la Tintorería de Maximiliano Rodríguez en la esquina de las Treinta Llaves, bajo de la casa que habitaba José Ortiz; la Panadería italiana de José Inés Velásquez, en la parte oriental de la calle Venezuela; el Restaurante “La India” de Francisco (Pancho) Constasti Gerardino con un espléndido menú desde la hallaca hasta el pastel de pavo y el tradicional dulce de lechosa.  El trisemanario “El Anunciador” dirigido por Alfredo Mario Blanco desde la calle Miscelánea No. 20, fue transformado en diario vespertino al pasar a manos de su nuevo propietario Edmundo Suegart, quien lo mudó a la calle Venezuela.  Su vacío de trisemanario lo llenó el periódico “Nuevos Ideales”, dirigido por Carlos Fortique.
Ciudad Bolívar tenía un comercio portuario y mercantil muy importante que cubría una línea de vapores que navegaba entre Hamburgo y América y una nómina de agentes en El Havre, Paris, Bordeaux, London, Manchester, Birmingham, Plymouth, Southamton, Amsterdan, Port Spain, Caracas y La Guaira.  Tenía un servicio telefónico interno muy rudimentario que administraba su propietario el italiano Eugenio Barletta y por el cual se pagaba 16 bolívares mensuales.  El único diario que circulaba era “El Anunciador” editado por Edmundo Suegart en la Calle Venezuela, bajo la gerencia del tipógrafo  Cleto Navarro.  Los bolivarenses fumaban el cigarrillo La Intimidad”, de mucha demanda en la época.  Existían dos boticas, la Alemana y la Vargas, y un Taller de Platería de H. von Büren.  La compañía minera Colombia explotaba las minas auríferas de El Callao y a falta del Amargo Angostura que los hijos de Siegert reubicaron en Trinidad,  Guillermo Eugenio Monch fabricaba y ofrecía el “Amargo de Ciudad Bolívar”,  gran específico para fortalecer los órganos de la digestión, preparado con vegetales principalmente indígenas.
El obispo de la Diócesis era Monseñor Antonio María Durand, desde 1892, y la Cámara de Comercio recibía el siglo con la siguiente directiva: Presidente, L, Brockmann; Primer y segundo vicepresidentes, M. Palazzi y Roberto Henderson; Tesorero, José Frustuck; vocal, José Afanador y Secretario, T. Machado Núñez.
            Los carnavales de 1900 en ciudad Bolívar fueron bastante lucidos. Entonces la junta para organizarlos la designaba el jefe civil del distrito que a la sazón era Luis A. Guerra. Esta junta estuvo formada por Pedro Luccione, Luis Felipe Llovera Solano, Santos Palazzi, M. Parchen, Alejandro Agostini, Mariano Figarella, Manuel Plaza y Salomón Khazen.
            Guayana tenía un colegio con rango universitario. Tal el Colegio Federal de Primera Categoría, del cual era catedrático de clínica ginecológica y obstétrica el doctor Felipe Jorge Lebrun, fallecido ese año. Fueron cuatro muertes muy sentidas de los bolivarenses en 1900, la del Dr. Lebrun, quien además era médico oficial de la Guarnición; la del Cónsul Británico, James Lyall, asesinado por un psicópata colombiano; la del General Alejandro Montilla, quien había sido diputado y Presidente del Estado Bolívar y la del General Antonio José Betancourt Sucre, descendiente del Mariscal de Ayacucho, ocurrida en Guasipati.
El Colegio Federal de Primera Categoría o Universidad del Estado de Guayana que graduaba desde 1862, fue declarado de Segunda Categoría por decisión  del Ejecutivo Nacional, causando perturbación y gran malestar en la ciudad, especialmente en los jóvenes pobres


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