El 21 de diciembre de 1595 se registra como fecha de la fundación de la capital de la Provincia de Guayana por el Capitán Antonio de Berrio, frustrado buscador de El Dorado, que siguiendo las huellas del Adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada, se internó en tierras del Orinoco para posesionarse de ellas a nombre de su Rey Felipe II.
Pero esa fecha ni antes ni ahora se ha celebrado y pocos
quizás la recuerdan, simplemente porque esa primigenia ciudad la conmutó el
tiempo. No tuvo fortuna en ese sentido
el Capitán, siempre lo acompañó la mala racha.
Concibió el
nombre de San José de Oruña para
testimoniar la admiración que sentía por el santo carpintero y su mujer
María, quien le dio diez hijos, entre
ellos dos varones tan arrogados como él: Fernando, dos veces Gobernador de
Guayana, y Francisco, Gobernador de Caracas.
Ambos desaparecieron, uno ahogado y el otro durante un secuestro.
Ninguno de los nombres que le inspiraron paisajes y lugares,
permanecieron. Quiso que el río Meta se
llamara Candelaria, pero Meta se quedó desde que nace en territorio colombiano
hasta fluir sus aguas en el Orinoco.
Fundó un pueblo con el nombre de San José de Oruña en la Isla de Trinidad,
donde fue a parar durante la tercera
expedición que le permitió
descender el Orinoco, pero tampoco tuvo suerte
La suerte de Berrio fue aun más paupérrima con Santo Tomás, pueblo fundado en la orilla
derecha del Orinoco, justo donde moran
desde hace más de cuatro siglos
los Castillos San Francisco y el
Padrastro. Este pueblo o ciudad fue seis
veces saqueado y quemado por corsarios y
piratas de países enemigos de España y terminó
mudado con el nombre de Angostura, hoy Ciudad Bolívar, que en vez del Apóstol tiene como patrón o
patrona a Nuestra Señora de las Nieves.
Para colmo, los administradores contemporáneos de esta provincia fundada
por él, nada o casi nada le han reconocido a la hora de erigir nuevos pueblos, en cambio, no ha ocurrido lo mismo con Diego de Ordaz (Puerto
Ordaz) que fue tan bárbaro y cruel con nuestros indios. Berrío por antítesis, aun cuando se le carga
la muerte de Morequito, era todo un “valiente caballero”, por lo menos así lo reconoció
su enemigo Sir Walter Raleigh.
Definitivamente que Santo Tomás de la
Guayana no fue afortunada en el Bajo
Orinoco ni tampoco su fundador. Antonio de Berrío, quien malgastó en la ilusión
de El Dorado la fortuna de su esposa y de sus hijos. Murió arruinado y recriminado. Una hispana de
armas tomar, indignada por los desaciertos y poca suerte de la ciudad en
ciernes, se fue al despacho de Berrío donde se hallaba reunido con varios
capitanes, y vaciando en el suelo un zurrón con 150 doblones, lo increpó de
esta manera: “Tirano, si buscas oro en esta tierra miserable, donde nos has traído a
morir; de las viñas, tierras y casas me dieron esto y lo que he gastado para
venirte a conocer, aquí está, tómalo”.
Y los doblones lanzados contra el piso de
piedra sonaron como preaviso de los dobles de las campanas del santuario
religioso días después por la muerte de don Antonio, quien ejercía la
Gobernación por dos vidas, de manera que le sucedió su primogénito hijo
Fernando de Berrío y Oruña, demasiado joven, apenas veinte años, pero astuto y
atrevido puesto que para poder sostener la ciudad burló mandatos reales que
prohibían el comercio de contrabando y el tráfico de indios capturados por
mercaderes holandeses en Barima. Por
ello fue enjuiciado y destituido. La
ciudad continuó dando tumbos hasta que después de la Expedición de Límites,
recomendaron su reubicación mucho más arriba de la confluencia del Orinoco con
el Caroni, justamente donde el río angosta sus aguas ente dos rocosas colinas y
una Piedra en el medio.(AF)
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