Don Miguel Marmión, el gobernante y comandante general
de la provincia de Guayana desde 1785 a 1790
se debatió en el dilema si darle preferencia a los trabajos de la
Iglesia o de la Cárcel. Ambas
edificaciones iniciadas hacía más de veinte años, no habían podido concluirse
debido a los deficientes aportes presupuestarios. Al final se inclinó por la Cárcel, dado que era una
obra civil bien diseñada, casi monumental,
que además de establecimiento penal propiamente dicho podía servir a
otras funciones del gobierno y asimismo su ideal ubicación estratégica, casi a
la orilla del Orinoco, que podía hacer las veces del Fuerte San Gabriel que estaba
prácticamente en el suelo debido a la erosión de sus bases a causa de las
crecidas periódicas del río. Por otra
parte, con la terminación de la Cárcel se evitaba tener que recluir a los
delincuentes en los Castillos de Guayana, lo cual debido a la distancia, hacía
menos fluido el proceso judicial e implicaba un gasto oneroso para el gobierno.
La
Iglesia, en cambio, podía esperar toda vez que los ritos religiosos se venían
celebrando sin mayores inconvenientes en una improvisada capilla contigua a la Casa
parroquial y los ornamentos se guardaban en casas de familias católicas
devotas.
Fue don Joaquín Moreno de Mendoza quien
echó las bases de la Iglesia mayor que luego prosiguió Centurión y
posteriormente en 1790 se trasformó en Catedral al ser declarada Diócesis la
ciudad. Pero la Catedral tardó en concluirse unos ochenta años, debido a que la
obra era superior a los esfuerzos económicos. Se construía con el impuesto que
se obtenía por el remate de la venta del guarapo y las riñas de gallo, pero a
fines del siglo diecinueve, el gobernador Miguel Marmión dijo que era más
importante terminar la construcción de la cárcel real por las razones ante
señaladas y destinó para ello esos impuestos.
De manera, que Marmión, el gobernador más
ilustrado llegado a Guayana después de Centurión, no se la llevó desde entonces
favorablemente con los sacerdotes de la Iglesia mayor ni tampoco con los
frailes capuchinos a quienes le negaba autorización para fomentar más misiones
de indígenas a menos que aceptaran a seglares hispanos por lo que el conflicto
llegó no sólo al punto en el que los sacerdotes dudaran de su cristianismo y lo
confundieran con un morisco, sino que lo acusaran de meterle mucho al vino
y a la cerveza oscura.
Lo cierto es que los sacerdotes y
misioneros hicieron tanta presión que el Papa Pío VI aprovechó la coyuntura
para desmembrar la Iglesia de la Diócesis de Puerto Rico y ascenderla a la
categoría de Catedral para que así el Gobierno del España le prestara mayor
atención.
El 20 de Mayo de 1790 su Santidad el Papa
Pío VI creó la Diócesis de Guayana a
solicitud del Rey de España Carlos IV, a través de su Ministro Plenipotenciario
en Roma con José de Azara.
La creó veintiséis años después de la
fundación de Angostura (22 de mayo de 1764), en el último año de gestión de Don
Miguel Marmión, gobernador de la provincia.
Para
ejercerla fue preconizado Monseñor Francisco de Ibarra y Herrera, Obispo de la
Diócesis, con jurisdicción sobre toda la Guayana española y la Nueva Andalucía
que entonces abarcaba Cumaná, Nueva Barcelona, Maturín, Delta Amacuro y las
islas de Trinidad y Margarita.
Aún
así no fue fácil concluir la construcción de la Catedral. Esto no ocurrirá sino en 1842. La terminación de la Cárcel estuvo más
temprano y sirvió no solamente para los penados sino también para sede de la
autoridad civil del municipio, cuartel de policía y hasta del Ayuntamiento para
lo cual hubo que ampliarla con una casa contigua.(AF)
No hay comentarios:
Publicar un comentario