San Isidro Labrador ha sido asociado con el agua y el sol porque según
creencia popular a él se le adivinan facultades de intermediación ante Dios
cuando sus devotos le piden en circunstancias crítica que “quite el agua y ponga el sol”, vale decir, restaurar el sol
cuando la lluvia por caer en exceso, afecta la navegación, los caminos, los
vehículos en tránsito y las viviendas humildes.
Sin embargo, en el santoral, San Isidro
Labrador está representado con el emblema de la abeja y el pan simbolizando tal
vez algún pasaje muy acentuado de su abnegada existencia que nada tiene que ver
con el buen y mal tiempos, aunque lo de labrador por labriego sí lo sugiere.
A
finales del siglo diecinueve, había en Ciudad Bolívar un barrio con ese nombre,
tomado de la Casa de los Morichales donde vivió Bolívar porque existía o existe
todavía allí una capilla con el santo. Un santo del siglo dieciocho, esculpido
en madera, y el cual el vecindario veneraba en romería festiva el 15 de mayo.
En 1876, el Rector del Colegio Federal, doctor Ramón Isidro Montes, le dedicó
este canto morichalero: “Ya viene el 15 de mayo / que es la fiesta
del patrón / Pidamos una limosna / para hacerle su función / para que digamos
todos / implorando su fervor / San Isidro, San Isidro / San Isidro Labrador”.
San
Isidro tuvo siempre fama de portarse bien, menos cuando Ferrominera del Orinoco,
preparó todo un programa con invitados especiales para iniciar la explotación
de los yacimientos ferrosos del llamado Cuadrilátero de San Isidro, al que
se le estiman 400 millones de toneladas de mineral con tenor de 65 por
ciento. Lo decimos porque el día en que
muy cerca del cerro el doctor Aníbal La Riva se proponía decir el discurso de
inauguración de los trabajos de infraestructura para la explotación del
mineral, sobrevino un golpe de agua que nadie esperaba, pues varios meses hacía
que no llovía y además el sol había amanecido esplendoroso. El Arzobispo Crisanto Mata Cova y el Padre
José que estaban entre los circunstantes, armados de hisopo y misal, poco
entendían el fenómeno de la aguada y
parecían buscar la respuesta mirando al cerro y al cielo, pero menos podía
entenderlo La Riva, quien comenzó diciendo “Hace
un rato le preguntaba al padre José si San Isidro no sería un santo devaluado
por aquello del agua y el sol”.
Quería tal vez decir algo así como un santo que había dejado de hacer
milagros, pues la ocasión no se merecía tan copiosa lluvia que prácticamente
empantanaba la ceremonia.
Nunca
supimos qué le respondió el sacerdote porque el entonces Presidente de
Ferrominera se lo guardó muy bien en su capote, pero seguramente que el
sacerdote estaría de acuerdo con el
santo labrador, pues el hierro, al fin y al cabo, no es recuperable o renovable
como el sol, el agua, el pan y la miel sino, como lo dijo Miguel Otero
Silva en una ocasión, “un producto que se va
cantando la canción del que no vuelve”.
San
Isidro es un santo netamente hispano pues no sólo nació y murió en Madrid sino
que allá mismo se hizo santo no obstante haberse casado con una mujer que
también resultó santa. Se llamaba María
Toribia a la que se venera en España como Santa María Cabezas.
San
Isidro era labriego, trabajó en los campos y se hizo famoso entre los vecinos
de Madrid por su piedad, se le consideró santo desde su muerte, al parecer
acaecida en 1130. Enterrado en la parroquia de San Andrés, que levantó él en
honor del Santísimo Sacramento, es hoy venerado en la madrileña iglesia de San
Isidro, otrora catedral. . Fue canonizado en 1622.
No hay comentarios:
Publicar un comentario