domingo, 21 de julio de 2013

EL SANTO DEL AGUA Y EL SOL

San Isidro Labrador ha sido asociado con el agua y el sol porque según creencia popular a él se le adivinan facultades de intermediación ante Dios cuando sus devotos le piden en circunstancias crítica que “quite el agua y ponga el sol”, vale decir, restaurar el sol cuando la lluvia por caer en exceso, afecta la navegación, los caminos, los vehículos en tránsito y las viviendas humildes.

 Sin embargo, en el santoral, San Isidro Labrador está representado con el emblema de la abeja y el pan simbolizando tal vez algún pasaje muy acentuado de su abnegada existencia que nada tiene que ver con el buen y mal tiempos, aunque lo de labrador por labriego sí lo sugiere.
A finales del siglo diecinueve, había en Ciudad Bolívar un barrio con ese nombre, tomado de la Casa de los Morichales donde vivió Bolívar porque existía o existe todavía allí una capilla con el santo. Un santo del siglo dieciocho, esculpido en madera, y el cual el vecindario veneraba en romería festiva el 15 de mayo. En 1876, el Rector del Colegio Federal, doctor Ramón Isidro Montes, le dedicó este canto morichalero“Ya viene el 15 de mayo / que es la fiesta del patrón / Pidamos una limosna / para hacerle su función / para que digamos todos / implorando su fervor / San Isidro, San Isidro / San Isidro Labrador”.
San Isidro tuvo siempre fama de portarse bien, menos cuando Ferrominera del Orinoco, preparó todo un programa con invitados especiales para iniciar la explotación de los yacimientos ferrosos del llamado Cuadrilátero de San Isidro, al que se le estiman 400 millones de toneladas de mineral con tenor de 65 por ciento.  Lo decimos porque el día en que muy cerca del cerro el doctor Aníbal La Riva se proponía decir el discurso de inauguración de los trabajos de infraestructura para la explotación del mineral, sobrevino un golpe de agua que nadie esperaba, pues varios meses hacía que no llovía y además el sol había amanecido esplendoroso.  El Arzobispo Crisanto Mata Cova y el Padre José que estaban entre los circunstantes, armados de hisopo y misal, poco entendían el fenómeno de   la aguada y parecían buscar la respuesta mirando al cerro y al cielo, pero menos podía entenderlo La Riva, quien comenzó diciendo “Hace un rato le preguntaba al padre José si San Isidro no sería un santo devaluado por aquello del agua y el sol”.   Quería tal vez decir algo así como un santo que había dejado de hacer milagros, pues la ocasión no se merecía tan copiosa lluvia que prácticamente empantanaba la ceremonia.
Nunca supimos qué le respondió el sacerdote porque el entonces Presidente de Ferrominera se lo guardó muy bien en su capote, pero seguramente que el sacerdote estaría  de acuerdo con el santo labrador, pues el hierro, al fin y al cabo, no es recuperable o  renovable  como el sol, el agua, el pan y la miel sino, como lo dijo Miguel Otero Silva en una ocasión,  “un producto que se va cantando la canción del que no vuelve”.
San Isidro es un santo netamente hispano pues no sólo nació y murió en Madrid sino que allá mismo se hizo santo no obstante haberse casado con una mujer que también resultó santa.  Se llamaba María Toribia a la que se venera en España como Santa María Cabezas.
San Isidro era labriego, trabajó en los campos y se hizo famoso entre los vecinos de Madrid por su piedad, se le consideró santo desde su muerte, al parecer acaecida en 1130. Enterrado en la parroquia de San Andrés, que levantó él en honor del Santísimo Sacramento, es hoy venerado en la madrileña iglesia de San Isidro, otrora catedral. . Fue canonizado en 1622.


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