viernes, 12 de julio de 2013

Orquídeas con olor a hierro

Con Antonio Liccioni, en la explotación de las minas de oro de El Callao, estuvo asociado el empresario norteamericano Cynerius Fitzgerald, el primero en introducir maquinarias para esas labores. Después cambió el oro por el hierro de Imataca al descubrir importantes yacimientos que le valió del Gobierno una concesión para su explotación. Pero la concesión Fitzgerald, explotada por la Manoa Company, fue declarada nula en 1886 y entregada a otro norteamericano, George Turnbull, quien llevó una muestra a la Exposición Universal de Paris y obtuvo una mención honorífica en 1889. Estas minas comenzaron a ser explotadas por “The Iron Orinoco Company” y su primer embarque fue de 700 toneladas métricas con destino a Baltimore. Para entonces había 10 depósitos de hierro reconocidos en Guayana. La Orinoco Iron Company, tuvo, sin embargo, en el curso de la explotación de las minas de Imataca, que enfrentar numerosos pleitos. El 24 de noviembre de 1900 fueron sacados a remate los bienes de “The Orinoco Iron Company” para con su producto cancelar una deuda de Bs. 75.201,35 que tenía pendiente con “Ellis Greel & Cía de la vecina Isla de Trinidad. Entre los bienes a rematar aparecían 4.000 toneladas de mineral de hierro extraídas de los yacimientos de Imataca y las cuales se hallaban en la orilla del Caño Corosimo. Estas minas de Imataca habían sido descubiertas en 1885 por George Edward Fitzgerald, ingeniero de minas recién egresado de la Universidad de Columbia y quien actuaba como residente de la Compañía Manoa fundada por su padre. Después de Manoa vendría El Pao donde el mineral ferroso se escondía bajo las orquídeas. El montañero Arturo Vera, quien en compañía de su padre andaba en busca del Purgo cuyo látex estaba económicamente rindiendo mejor que el conuco, observó con extrañeza cómo las orquídeas, nuestra hermosa flor nacional, se adhería a los árboles crecidos sobre la piedra oscura, dura y brillante del lugar. Entonces se enteró que por ese fenómeno tan natural, los campesinos le pusieron “El Florero”. El nombre de El Pao terminó por eclipsarlo cuando se comprobó fehacientemente que ese cerro lleno de orquídeas era sumamente rico en hierro. Más tarde, el comerciante de Ciudad Bolívar, Eduardo Boccardo, adquirió estos terrenos actuando en el marco de la ley de minas vigente para esa época y obteniendo los derechos de explotación. La corporación Betlehem Steel realizó exploraciones en los predios del cerro El Florero, determinando cuantiosos depósitos de hierro en esta zona. Eduardo Boccardo le traspasó los derechos mineros a la Betlehem Steel, la cual empezó a desarrollar el proyecto para la explotación, creando la empresa subsidiaria Iron Mines Of Venezuela. En 1940, comenzó a desarrollar el proyecto de construcción de la carretera y la vía férrea hasta el puerto de Palúa, en la rivera derecha del río Orinoco, pero éstos se vieron retrasados por los acontecimientos de la segunda guerra mundial a mediados de 1944, comenzando la explotación en 1950. En 1974 el manejo de la mina pasó a manos del estado venezolano, y en 1975 se incorporó a los trabajos de explotación la empresa Ferro-minera Orinoco, perteneciente a la Corporación Venezolana de Guayana. Así se fue erigiendo un modesto, pero confortable urbanismo, en donde los primeros habitantes, aparte de los campesinos oriundos de la región, fueron los empleados inmigrantes que se encargaban de llevar adelante los trabajos de la mina, una de las más significativas de toda Venezuela, de la cual se extrajo, hasta 1996, al menos 111 millones de toneladas de mineral. (AF)

1 comentario:

  1. Hola Americo, muy interesante. Soy nieta de Eduardo Boccardo y me gustaría saber un poco más de él. Saludos y gracias de antemano

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