El Deán de la Catedral de Ciudad Bolívar a mediados del siglo
diecinueve, Leandro Aristeguieta (en la foto), hacía milagro con los bienes de
los ricos, el mejor modelo fue el acaudalado señor don José Lezama que hasta
una calle en el Casco Histórico aún conserva su nombre.
Y en
cuestión de contribuir con la iglesia no se quedaba atrás. Viendo
que el magnate del oro, Antonio Liccioni, había donado un grupo
escultural de motivos religiosos a la Catedral , en tiempos del obispo Antonio María Duran, don José Lezama, se
apresuró a donar el pavimento de mosaico así como el Altar Mayor.
Don José
Lezama era muy católico al igual que don Antonio Liccioni y siempre se veían
integrando juntas de fomento para la construcción de obras de utilidad pública
como el saneamiento de la
Laguna El Provenir.
Ambos acumularon fortuna. El
primero comerciando con oro de las ricas minas de El Callao así como balatá y
ganado. El segundo con bienes raíces y
otras transacciones afines.
Cuando don José Lezama quiso irse con el
siglo diecinueve al otro mundo pues ya había vivido lo suficiente y su cuerpo
no respondía a las demandas de sus negocios, el Deán de la Catedral , Leandro
Aristeguieta, le aconsejó que si realmente quería salvarse del penoso tránsito
hacia el cielo, debía como buen
cristiano donar sus propiedades a los pobres, propiedades que al parecer sumaban 36 casas y predios en
el centro urbano y rural.
“Entonces, por el cielo doy mis bienes” exclamó don José Lezama y así lo hizo
constar en su declaración de bienes y testamento de 1874 y 1887, con pleno
asentimiento de su segunda esposa Francisca Gutiérrez y dos hijos adoptivos de
nacionalidad francesa.
Entre
sus propiedades legadas está la casa de la calle de su nombre (Calle Lezama) de
don Víctor Zenón Ortiz, sastre y violinista.
Allí nacieron los ocho hermanos Ortiz, sastres y músicos como su padre,
entre ellos, Jorge Ortiz, pianista internacional, el saxofonista Marcos Ortiz, quien llegó a
ser Director de la Banda
del Estado, y Teresita Ortiz, eterna organista y cantora de la Catedral.
Maestro de Capilla de la Catedral de Ciudad
Bolívar durante los largos períodos episcopales de los obispos Antonio María
Durán y Miguel Antonio Mejía, fue siempre don Carlos Afanador, ondulado sobre
el inmenso órgano de mil voces que desde Londres hizo traer para donarlo a la Catedral el Gobernador
Juan Bautista Dalla Costa ya casi agonizando su gobierno por la pugna
permanente entre liberales y conservadores.
Leandro
Ariseguita, el sacerdote que convencía a los ricos para que canjearan sus
bienes por el cielo, no olvidó jamás e hizo de eso un apostolado, que gracias a
una donación de 2 mil pesos de Manuel Machado, poco antes de morir, hizo
posible la ordenación de 22 sacerdotes
de la provincia que vino en buena hora a cubrir las vacantes de sacerdotes
fallecidos durante el lapso 1844
a 1854. Entre los sacerdotes ordenados estaban José
Leandro Aristeguieta, pariente cercano del Libertador, quien llegó a ser Dean
de la Catedral
y Vicario Capitular de la
Diócesis de Guayana, cargo vacante por el ascenso de Guevara
y Lira al arzobispado de Caracas.
Durante el provisorato de Aristeguieta se terminó de
construir la Torre
de la Catedral e igualmente se
levantó el Templo de Santa Ana en la entonces llamada calle Amazonas hoy Guzmán
Blanco, sobre una casa donada para tal fin por la señora Ana María Méndez de
Pulido, según documento público del 31
de enero de 1856. Vino a ser la segunda iglesia de la ciudad y fue bendecida
por el Obispo entrante doctor José Manuel Arroyo y Niño.
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