Este Sida, al cual me refiero, no es el VIH o síndrome
de inmunodeficiencia adquirida, tan terrible como temido en estos días, sino
una planta de la familia de las Malváceas que así se llama y que encontró
Humboldt en su recorrido por el Orinoco y Río Negro y que además le fue muy
útil. Humboldt y Bompland sufrieron en
Angostura una fiebre violenta que el primero logró curarse con una mezcla de
miel y extracto de quina del Río Caroní, remedio para entonces muy estimado por
los capuchinos de las misiones. Lo de
Bonpland fue más serio porque se le complicó con un ataque de disentería que
afortunadamente cedió a la acción de emolientes a base de Sida que es un arbusto de hojas alternas y frutos en
cápsulas como el algodonero y la malva.
Tanto Humboldt como Bonpland estaban
inapetentes y se les ocurrió pedir vianda de aves cazadas con curare, pues ya
la habían probado en su recorrido y eran realmente apetitosas, conforme a la creencia de que la mejor caza es la que se da
con flecha impregnada de curare. Sobre
todo, si de aves se trata, la carne es más agradable, le atribuyen un sabor
especial. Esto no sólo lo comprobó
Gumilla al consumir hígado de mono cazado con curare, sino el mismo Humboldt y
también Bonpland. Es más, estos dos
científicos observaron que el curare seco tiene parecido al opio y con un sabor
amargo agradable. Ambos consumían con
frecuencia pequeñas cantidades.
Los
viajeros, una vez restablecidos, subieron y bajaron las cuestas de la ciudad y
quedaron altamente impresionados de las casas de Angostura, casas altas de
mampostería, muy acogedoras y construidas sobre la roca pelada. Sólo vieron con temor, incluso para la propia
salud que termino afectada, las aguas detenidas de la Laguna El Porvenir desde
donde se levantaban tenebrosas nubes de mosquitos.
Ambos
científicos, tanto el sabio alemán como el naturalista francés, fueron
huéspedes de honor del Gobernador Felipe Inciarte, quien los recibió con pan de
trigo y vino madera tras explorar el río Orinoco y Río Negro.
Después de tantas penalidades navegando en
balsas y curiaras a lo largo del Orinoco y Río Negro, Angostura le daba al
viajero la sensación feliz de algo distinto. Sin embargo, en ella padeció junto
con Bonpland fiebres violentas a las cuales no pudo sobrevivir el indio que le
arrebató al mar cuando “El Pizarro” ancló frente a la isla de Coche.
Humboldt
no sabía cómo expresar el sentimiento de alegría que experimentaba al pisar
tierra angostureña. Después de 75 días en un recorrido de 2.250 kilómetros
por los ríos Apure, Orinoco, Atabapo, Río Negro y Casiquiare, bajo un sol
ardiente, en medio de nubes de mosquitos y dentro de frágiles embarcaciones
indias, llegar a la
Angostura del Orinoco, capital de la Guayana , era como
encontrar de nuevo a uno de los tantos sitios civilizados visitados.
Ellos quisieron descansar en Angostura
durante algunos días que se prolongaron hasta un mes debido a la intensa fiebre
que los enervó, incluyendo al indio guaiquerí Carlos del Pino, quien los
acompañó y ayudó plenamente a lo largo de todo su recorrido científico,
expuesto al sol, a la lluvia, a las inclemencias de la selva y el tiempo, hasta
rendir su vida en Angostura como tributo de un viaje que hace época en la
historia de la investigación científica y que fue pródigo en descubrimientos.
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