Jóvito Villalba
dijo en alguna oportunidad que el pueblo venezolano tiene una gran capacidad
para olvidar. De otra forma no se
explicaría el comportamiento de los bolivarenses frente a un autócrata que
cañoneó la ciudad con un tremendo saldo de muertos, heridos, inválidos, daños
morales y considerables pérdidas de
bienes materiales.
El comportamiento, como lo expresó
el propio general Cipriano Castro, fue de locura: “A las 9 de la mañana de hoy
hemos hecho nuestra entrada a esta histórica ciudad con un entusiasmo
inusitado. Creo que no ha faltado nadie a la cita; es
verdaderamente indescriptible: una locura de recibimiento que raya en el
frenesí…”
La prensa bolivarense, a conciencia,
fue extremadamente complaciente con el régimen de Cipriano Castro. Era la única manera de subsistir frente a la
autocracia. De allí que cuando el
mandatario decidió pasarse tres días en la ciudad, fue objeto de “una
locura de recibiendo rayano en el frenesí”, como bien lo expresó en
telegrama a su alter ego Juan Vicente Gómez.
En ese recibimiento incluía a los
medios impresos existentes: “El Boletín Comercial”, “El Centinela”,
“Horizontes” que dedicaron sus ediciones a exaltar la figura de Castro
y, por supuesto, el diario de la tarde “El Anunciador”, editado por el liberal
Agustín Suegart, que publicó una
edición extraordinaria con los siguientes títulos de alabanzas: “La
Restauración Liberal”, por Cleto Navarro, jefe de redacción del diario;
“Mi
opinión”, por el doctor José María Emazábal, Rector del Colegio
Federal; “Castro Guerrero”, por el
médico y poeta J. M. Agosto Méndez; “Castro Político”, por el doctor
Antonio María Delgado; “Castro Legislador”, por el doctor
Cipriano Fray Barrios y “Castro Progresista”, por el doctor
Carlos María Romero. En la misma edición
apareció el discurso de bienvenida de don Hilario Machado.
Gumersindo Rodríguez, describe desde
Ciudad Bolívar, para su periódico “El Constitucional”, el viaje de
Castro por el Orinoco a bordo del vapor Apure: “El retrato del General
descansa sobre la columna central, entre trofeos, con los colores del arco
iris. Un gabinete privado en cuya puerta
de acceso hay un escudo de la nación bordado en raso y elegantes cortinas de
punto japonés. La toilette constituye un
gran lavado de mármol rosa y nogal con exquisito servicio de aguas y esencias
de Guerlain, Pinaud y Atkinson. Frente
al tocador un espejo estilo Renacimiento y en caja de piel de Rusia y
Almohadilla en seda de colores, los juegos de peines y cepillos incrustados de
plata de marfil. Sobre la mesa del mismo
estilo, un elegante paño de terciopelo carmesí.
Diván de descanso, corte Luis XV.
La cama amplia, rodeada de ventiladores eléctricos y cubierta por
artística sobrecama de raso azul y encajes blancos”.
El Presidente de la República,
general Cipriano Castro, quiso durante su segundo día de visita en Ciudad
Bolívar, pasear por la calle La Alameda antes de presenciar una tarde de toros
coleados en su honor. Posteriormente
asistió a la retreta de la Plaza Bolívar
y luego cerró el día con un baile de gala
ofrecido en la Casa de Gobierno.
Castro inició la fiesta bailando el vals Pamona con la señora del
doctor Eliseo Pérez Vivas, que ejecutó
la Banda Castro dirigida por el general Ramón Maldonado. Las otras piezas interpretadas por la Banda
del Estado a cargo de Manuel Jara Colmenares, fueron Contradanza Ciudad Bolívar, Vals
Blene, Cuadrilla Les ombres chismoises, Vals Sourires d´Avril y Ploka
Minuit, Danceros, vals Laura, danza La
Violeta, vals Siempre invicto, cuadrilla Fleurs y el vals Echantee, con el cual terminó la
fiesta a las cuatro de la madrugada.
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