martes, 25 de junio de 2013

La danza de la muerte

En esta hermosa Casa de las Doce Ventanas, construida a mediados del silo diecinueve expresamente para el prócer de la independencia, Capitán José Tomás Machado,  solían darse saraos y bailes suntuosos. En uno de ellos -21 de enero de 1880- el General valenciano Manuel Castillo Cortez, Comandante de Armas de Guayana, llegó por tres veces a perder el equilibrio no se sabe si porque el piso estaba excesivamente encerado o por estar él pasado de copas. Lo cierto es que caerse tres veces seguido sobre una pista de baile lo tienen o tenían  los guayaneses como de mal agüero y esa noche el fatalismo no se hizo esperar. El mencionado Comandante de Armas se llevó una cuarta caída y esta vez a causa de varios balazos que lo dejaron muerto tras una sublevación del cuartel de la plaza, promovida por el jefe de la guarnición, el general barquisimetano José Pío Rebollo.
       Pío Rebollo se había alzado en oposición al proyecto de reforma constitucional presentado por Antonio Guzmán Blanco que buscaba reducir el número de estados de 20 a 7. Al presentarse el general Castrillo al cuartel del Capitolio para exigir la rendición de los sublevados, fue recibido a tiros, cayendo mortalmente herido.
       Sofocado el alzamiento, José Pío Rebollo fue apresado y juzgado por un consejo de guerra el 15 de marzo de ese mismo año, degradado y condenado a diez años de presidio en la penitenciaría del castillo de San Carlos.  En 1886, Guzmán Blanco lo indultó y, en 1891, bajo la presidencia de Raimundo Anduela Palacio, el Congreso Nacional le retribuyó sus derechos militares y políticos.  Murió en Caicara de Maturín el 16 de abril de 1901.
La muerte trágica del General Castrillo Cortez en el mismo sitio donde 18 años antes había fallecido el prócer de la independencia, José Tomás Machado, dio pábulo a la superstición que pretendía ver el espíritu del extinto asomado por las ventanas cuando la casa quedó en total abandono.
       “Casa Encantada” le decían quienes al transitar por su acera percibían aglomerados pasos confundidos con las sombras. Ruidosos pasos y fantasmas que batían puertas y ventanas, hacían crujir la madera, conspiraban con el viento y dejaban sentir “el sonido líquido de sus pasos”. Sin embargo, a esos escalofriantes movimientos no parecían temerles aquellos que husmeaban curiosos y avaros las supuestas botijuelas doradas que siempre se ha creído esconden las casas muy antiguas.
       Pero a medida que la ciudad se ha ido sacudiendo el tiempo y el moho, ha dejado de ser casa encantada. Ahora que ha sido restaurada, la llaman simplemente “Casa de las doce Ventanas”.
       Un grupo teatral aspiró en cierta ocasión montar en esta ciudad la obra  “La danza de la muerte” y algunos guayaneses que conocía el suceso dramático de la Casa de las Doce Ventanas, la relacionaron, pero en el fondo poco o nada tenía que ve con la caída y muerte del General Manuel Castrillo Cortez.  La Danza de la muerte en vedad es un tema medieval del siglo catorce cuyo manuscrito se conserva en la Biblioteca de El Escorial.  Consta de más de seiscientos versos y en ella, la Muerte va llamando a bailar a diversos personajes, como el Papa, el Obispo, el Emperador, el Sacristán, el Labrador, al tiempo que les recuerda que los goces mundanos tienen su fin y que todos han de morir. Todos caen en sus brazos. Este macabro espectáculo se desarrolló en toda la literatura europea y empapado del mismo, recién llegado de Italia, Gabriel Londoño quiso llevarla al teatro.


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