En esta hermosa Casa de las Doce Ventanas, construida a mediados del
silo diecinueve expresamente para el prócer de la independencia, Capitán José
Tomás Machado, solían darse saraos y
bailes suntuosos. En uno de ellos -21 de enero de 1880- el General valenciano
Manuel Castillo Cortez, Comandante de Armas de Guayana, llegó por tres veces a
perder el equilibrio no se sabe si porque el piso estaba excesivamente encerado
o por estar él pasado de copas. Lo cierto es que caerse tres veces seguido
sobre una pista de baile lo tienen o tenían
los guayaneses como de mal agüero y esa noche el fatalismo no se hizo
esperar. El mencionado Comandante de Armas se llevó una cuarta caída y esta vez
a causa de varios balazos que lo dejaron muerto tras una sublevación del
cuartel de la plaza, promovida por el jefe de la guarnición, el general
barquisimetano José Pío Rebollo.
Pío Rebollo se había
alzado en oposición al proyecto de reforma constitucional presentado por
Antonio Guzmán Blanco que buscaba reducir el número de estados de 20 a 7. Al
presentarse el general Castrillo al cuartel del Capitolio para exigir la
rendición de los sublevados, fue recibido a tiros, cayendo mortalmente herido.
Sofocado el alzamiento,
José Pío Rebollo fue apresado y juzgado por un consejo de guerra el 15 de marzo
de ese mismo año, degradado y condenado a diez años de presidio en la
penitenciaría del castillo de San Carlos.
En 1886, Guzmán Blanco lo indultó y, en 1891, bajo la presidencia de
Raimundo Anduela Palacio, el Congreso Nacional le retribuyó sus derechos
militares y políticos. Murió en Caicara
de Maturín el 16 de abril de 1901.
La muerte trágica del General Castrillo
Cortez en el mismo sitio donde 18 años antes había fallecido el prócer de la
independencia, José Tomás Machado, dio pábulo a la superstición que pretendía
ver el espíritu del extinto asomado por las ventanas cuando la casa quedó en
total abandono.
“Casa Encantada” le
decían quienes al transitar por su acera percibían aglomerados pasos
confundidos con las sombras. Ruidosos pasos y fantasmas que batían puertas y
ventanas, hacían crujir la madera, conspiraban con el viento y dejaban sentir “el sonido líquido de sus pasos”. Sin
embargo, a esos escalofriantes movimientos no parecían temerles aquellos que
husmeaban curiosos y avaros las supuestas botijuelas doradas que siempre se ha
creído esconden las casas muy antiguas.
Pero a medida que la
ciudad se ha ido sacudiendo el tiempo y el moho, ha dejado de ser casa
encantada. Ahora que ha sido restaurada, la llaman simplemente “Casa
de las doce Ventanas”.
Un grupo teatral aspiró
en cierta ocasión montar en esta ciudad la obra
“La danza de la muerte” y algunos guayaneses que conocía el suceso
dramático de la Casa de las Doce Ventanas, la relacionaron, pero en el fondo
poco o nada tenía que ve con la caída y muerte del General Manuel Castrillo
Cortez. La Danza de la muerte en vedad
es un tema medieval del siglo catorce cuyo manuscrito se conserva en la
Biblioteca de El Escorial. Consta de más
de seiscientos versos y en ella, la Muerte va llamando a bailar a diversos
personajes, como el Papa,
el Obispo, el Emperador, el Sacristán, el Labrador, al tiempo que les
recuerda que los goces mundanos tienen su fin y que todos han de morir. Todos
caen en sus brazos. Este macabro espectáculo se desarrolló en toda la
literatura europea y empapado del mismo, recién llegado de Italia, Gabriel
Londoño quiso llevarla al teatro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario