La Cruz es una y única desde el punto de vista del
cristianismo; sin embargo, en el mundo se conocen quince que varían una de la
otra por su forma, lo cual hace posible su distinción complementada por el
cognomento. Así tenemos la Cruz de San Antonio, la Cruz papal, la Cruz rusa, la Cruz de Tau, la
Cruz decusata o de San Andrés, la Cruz de Calatrava, la Cruz patriarcal, la Cruz de Malta, la Cruz de Tierra Santa, la Cruz del Calvario, la Cruz griega, la Cruz latina, la Cruz monograma de Cristo, la Cruz de Santiago y la Cruz gamada o svástica.
Antes de la época de Cristo, los
romanos utilizaban la Cruz
como instrumento de tortura y flagelación para castigar a los contraventores de
la ley. La ascensión de Constantino El Grande al trono del Imperio romano,
después de la muerte de su padre, cambió la situación pues la Cruz dejó de ser instrumento
de tortura gracias a la visión que tuvo
el emperador en la víspera de una gran
batalla que selló la unidad del imperio romano.
En la visión premonitoria de su triunfo aparecía una Cruz gigante con la
siguiente frase: “In hoc signo vinces” (con este signo vencerás).
Luego su madre, Elena, fervorosa cristiana y quien ejerció gran
influencia en el emperador, realizó un viaje a Jerusalén y halló en una
Basílica la Cruz
en la que había sido crucificado Jesús y por virtud de esos dos hechos,
doscientos años después de la crucifixión, los
seguidores de la doctrina de Jesús la adoptaron como símbolo sagrado de
la redención y de la fe cristiana.
Desde entonces el madero de la crucifixión se
transformó en un elemento básico de la liturgia cristiana y algunos pueblos
católicos lo celebran y recuerdan el hallazgo de Santa Elena con ruidosas
fiestas. Así era en Madrid, los Puertos
de Castilla y Andalucía, de donde nos
vino la tradición de venerar el madero a partir del 3 de mayo con rituales muy
de la Venezuela
campesina.
En los barrios de Madrid se colocaban altares en las puertas de las
casas. En los puertos de Castilla, los
chicos recorrían las calles y visitaban las familias llevando una cruz adornada
con flores y diciendo a viva voz en cada casa: “La Cruz de mayo” y el
elegido respondía con regalos: “Para todo el año”. En Andalucía el día de la Cruz significa también la
entrada del mes de las flores y el rito religioso se empata con bailes hasta el
amanecer.
Esa tradición tan española la
heredamos nosotros con sello propio y la mantienen durante todo el mes de mayo
pescadores, campesinos y habitantes de
calles y barrios tradicionales como Las Mercedes, El Temblador, Perro
Seco, El Zanjón, Cruz Verde, La Lorena y Orinoco en Ciudad Bolívar, donde la
Cruz no sólo tiene capilla estable sino grupos de cantores de galerones que se
turnan en animoso contrapunteo de garganta, cuerda y carato.
La Cruz de Mayo era como la
patroncita y en cuya ocasión se cantaba a garganta suelta con famosas bandolas
como la de Facundo Bello que venía de Barlovento, y se pagaban promesas al
estilo Roseliano, el maraquero venido desde muy lejos, desde Loma del Viento. La Santísima Cruz de
Mayo lo había curado del padecimiento que significó para él haber quedado con
el brazo tieso en la mitad de un joropo.
Cantaor de la Cruz de Mayo era Luis Tovar,
pariente del bardo guayanés Héctor Guillermo Villalobos. Luis Tovar cantaba y
rasgueaba muy bien su guitarra
española, caminando la ciudad de un extremo a otro, vestido de impecable
liquiliqui, con sombrero muy calado y muchas veces montado en un borrico, del
Mercado al Morichal y de Perro Seco a la Carioca.
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