El 5 de Julio de
1911, centenario de la
Declaración de la Independencia ,
los bolivarenses disfrutaron la llegada de la luz eléctrica y oyeron por
primera vez las notas del Himno del Estado con letra del
médico y poeta José Manuel Agosto Méndez.
Víctor Monedero, propietario del Circo Monedero, aprovechó el recién
estrenado servicio de la luz eléctrica para iluminar su Circo y ofrecer, además
de las corridas taurinas, mach de boxeo y peleas de caimanes contra toros.
De suerte que ese día del cinco comenzaron a extinguirse las luces
mortecinas de los faroles que en noche sin luna alegraban la ciudad. La luz
eléctrica vino a suplantarlos con sus brillantes arcos voltaicos y para sellar
con broche fatalista, el 18 de agosto de 1914,
Benito Herrada, quien transitaba diariamente con una escalera al hombro
encendiendo los faroles empotrados en las esquinas de la casas y en los postes
de la ciudad, murió al rompérsele el corazón
cuando encendía el último “reverbero
de kerosene” como los
guayaneses terminaron apodando a los faroles.
Benito, además de su oficio de farolero, distribuía el hielo de la Cervecería. Podría decirse que con su
muerte, a causa de un colapso, dejaron de alumbrar los faroles, pues ya desde
hacía tres años la Ciudad
venía desplazándolos para dar paso a los postes de la Electricidad con sus
bombillos y arcos voltaicos.
Antes había fallecido Arturo Montes, el latonero que fabricaba los
faroles para la ciudad. Igualmente fabricaba
farolas o faroles grandes con varios brazos y sendas luces utilizadas en la
plaza y en el puerto. Fabricaba asimismo
por encargos faroles propios de la marinería, entre otros, Farol de correr, .empleado por los
barcos en noche de temporal y Farol de situación. que emplean de noche
las embarcaciones de vela o vapor a fin de evitar los abordajes.
También había fallecido el farolero Simón Rivas, de Perro Seco, que
desde las cuatro de la tarde hasta avanzada la noche iba de esquina a esquina
con su escalera en el hombro prendiendo sus cocuyos.
Simón era como el farolero del quinto planeta de Saint Exupery en “El Principito” que cuando prendía cada farol era
como si hiciera nacer una estrella o una flor y cuando lo apagaba era como si
durmiera la flor o apagara la estrella.
Cumplía bien su consigna de ¡Buenos moches! ¡Buenos días! También usaba un pañuelo rojo de cuadros con
el que se enjugaba la frente, porque su trabajo era muy agitado debido a que la
ciudad iba cada vez más de prisa. Al
fin, Simón como Benito Herrada, murió de pena cuando un día se quedó dormido
bajo la sombra espesa de una gran Ceiba y al despertar vio que su escalera ya
no servía para nada.
En tiempo de lluvia, de tormentas y apagones, cuando la ciudad queda
envuelta en tiniebla y la gente asegura bien las puertas de su casa,
alumbrándose con velas y linternas, los niños al asomarse a las ventanas ven
entre los árboles, los fantasmas hechos luciérnagas de Simón y de Benito, los
faroleros de la antañona ciudad de Angostura.
Asimismo apagó visiones y fantasmas nocturnos, el caballo de tres
patas, la Llorona
y el espíritu de Juana Millán.
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