Castro decretó el cierre de El
Anunciador a causa de un editorial escrito por el jefe de Redacción,
Domingo María Navarro, aparecido en la edición 1.888 del 7 de junio de 1905 y
en el cual subrayaba que al perderse el predominio del Partido Conservador en
Venezuela, se había perdido también el respecto a la Constitución y a
las leyes y que esta “Inmoralidad tomó proporción considerable
con el triunfo del Liberalismo y de la Federación en el País”.
Este editorial fue protestado públicamente el
9 de junio por 43 liberales residentes en la ciudad, y en la misma edición el
redactor publicó este comentario de respuesta:
“Como dato curioso Ciudad
Bolívar cuenta con 12.000 habitantes por lo menos. Supongamos que de ellos sólo
haya el 10 por ciento de hombres mayores de 21 años. Tendríamos pues 1.200
hombres. Rebajemos de ellos 43 que firmaron la protesta que publicamos, quedan
1.157, y natural es que supongamos que
esos 1.157 están de nuestra parte en la discusión que se ha presentado ya que
los señores protestantes han tenido nada menos que cinco días para recoger sus
firmas. A ocho firmas por día”.
Esto, aunado a un segundo editorial
titulado “Peregrina aberración” donde se refuerzan los conceptos
anteriores, significó el fin de “El Anunciador”. Su último número apareció el 12 de junio de
1905.
Cerrado el diario “El
Anunciador” por la voluntad caprichosa y autocrática del Presidente de
la República, general Cipriano Castro, los bolivarenses se quedaron sin el
vespertino que desde el siglo anterior venía quemando etapas. Un simple editorial lo condenó a la pena
capital.
Después, por la vía influyente de familiares y amigos allegados al
mandatario, se logró que el diario reapareciera, pero con otro nombre. Fue entonces cuando “El Anunciador” pasó a
ser “El
Luchador” con el mismo formato que llevó al comentario de esquina “el
mismo negro con diferente cachimbo”que estuvo humeando por más de
sesenta años desde el 10 de julio de 1905.
Continuó siendo editado en los
talleres de “La Empresa”, calle Venezuela o 30 Llaves, establecida en 1893,
por el propio Agustín Suegart, de origen francés, con prensa de vapor y
linotipos que introdujo luego en 1911.
Era un periódico super-standard, de
cuatro páginas, que andaba por todas las embajadas del mundo, circulando a manera
de canje y más por suscripciones que a través del consabido pregón. Por largo tiempo en Ciudad Bolívar y el resto
de Guayana no hubo más diario que “El Luchador” y sus ediciones guardan la más variada y compleja historia de la
Guayana del Siglo XX.
“El Luchador” de don Agustín
Suegart, de Jorge Suegart y hermanos era de perfil conservador, un vespertino
que aceptaba toda clase de colaboraciones, excepto las que de algún modo fuesen
ofensivas o lesionasen los valores de la religión, los intereses del gobierno
de turno, de algún sector o individualidad influyente de la región. Por eso no estuvo, como otras publicaciones,
sometido a las vicisitudes políticas de la época. Aprendió muy bien la lección de “El
Anunciador”.
Sus titulares nunca fueron abultados,
agresivos o sensacionales y carecían del atractivo dinámico de la prensa
moderna. Buena parte de sus espacios
eran cubiertos con “refritos” y
reproducción de informaciones y artículos de la prensa nacional e
internacional.
De las embajadas llegaba materia
impreso abundante de los respectivos países, especialmente impecables grabados,
que servía para cubrir los espacios que no lograban llenar los sucesos locales.
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