Ya se corría el rumor de la
decadencia, enfermedad y posiblemente muerte de un momento a otro del
Presidente Gómez, a quien el doctor Toribio Muñoz le había regalado
recientemente un Manatí de pocos meses, cazado con arpón. En la mañana del 31
de agosto exactamente, también fue
pescado un Sábalo de 90 libras, muy propio del mar, que había logrado adaptarse
al agua dulce desde que atravesó la barra del Orinoco. Entonces, el pueblo chusco, le escribía en
alguna parte:
“Alosa alosa,
Don Toribio, échalo al hombro como el hombre del bacalao y llévaselo a tu
general”.
La prostatitis, la uremia y la
diabetes mataron al dictador Juan Vicente Gómez, pero los bolivarenses no
reaccionaron sino tres días después cuando el panorama se había despejado con
el ascenso al Poder del Ministro de Guerra y Marina, General Eleazar López
Contreras y la muerte trágica de Eustoquio Gómez, primo del dictador, en el despacho del Gobernador Félix Galavis,
durante un forcejeo ocurrido en el propio palacio de la gobernación.
La gente salió a la calle cuando el
joven José María Escalante, director del semanario “Orinoco”, se montó en
uno de los bancos del Paseo Falcón y comenzó a arengar al pueblo para que
manifestara contra el gomecismo y a favor de las libertades públicas por casi
treinta años usurpadas.
Dada la situación, el Presidente del Estado, Antonio Álamo, se separó del Gobierno y nombró Secretario y encargado de la Presidencia, al general J. M
Osorio, quien no toleró las manifestaciones y trató de disolverlas con soldados
de la Guarnición que utilizaron vergas de toro contra los manifestantes. Los bolivarenses no se amilanaron y
progresivamente continuaron con mayor
fuerza y calor. Entonces ya no era el
joven Escalante quien pronunciaba ardorosos discursos sino también Reinaldo Sánchez Gutiérrez y Lucila Palacios,
sobrina del doctor Félix Montes, quien se hallaba en el exilio desde hacía 23
años después de haber sido lanzado desde las páginas de “El Pregonero” por
Arévalo Cedeño, como candidato a la Presidencia de la República contra la
reelección de Juan Vicente Gómez.
Definitivamente el dictador no toleraba contrincante.
Los bolivarenses se adueñaron de las
calles y de los espacios periodísticos en procura de reivindicaciones negadas
en el pasado. Muchas cosas se lograron,
entre ellas, un gobernador nativo, el doctor José Benigno Rendón, quien gobernó
democráticamente y fue tolerante al
permitir a los manifestantes que sacaran los grillos de la Cárcel para
arrojarlos al río, así como la destrucción de tres relieves al pie del Obelisco representando el lema “Venezuela, Paz y Trabajo”. Los
nombres, de la Banda Gómez sustituido por el nombre del prócer civil Juan
Bautista Dalla Costa; del Puente Gómez sobre el río San Rafael, por el de
Lange; el de la Escuela Alí Gómez por el
de Miranda; el de la Avenida Gómez por el de Sucre y el del Parque Alí
Gómez por Parque Ricaurte.
Se multiplicaron las hojas impresas
de combate político y hubo un espacio para la primera emisora promovida por el
deportista Enrique Torres Valencia, la cual, luego de un período de prueba,
salió al aire el primero de abril de 1936 en frecuencia oficial de 6.545
kilociclos.(AF)
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