En un avión Letecoere 28, Rómulo
Gallegos llegó a Ciudad Bolívar el 15 de enero de 1931 y durante 25 días se internó en el Yuruary a objeto
de ambientarse y acopiar información básica para su novela de la selva “Canaima”
que luego escribiría en Nueva York. Fue
recibido por el Presidente del Estado, doctor José Jesús Gabaldón y por el
Secretario de Gobierno doctor Toribio Muñoz, quien lo alojó en el hotel “Bolívar” recién
adquirido por Ana Stevenson y lo puso en contacto con don Rafael Lezama para
que le sirviera de baquiano por los caminos del Yuruary.
En un carro Ford de Rafael Lezama,
Gallegos conoció Puerto de Tablas, luego de Pasar por Caruachi y visitar
Upata. Su viaje se extendió hasta
Guasipati, El Callao y Tumeremo. Visitó
los hatos “La Chaguarama” de Wencelao Casado y “Guaritoto”, de Augusto Casado, cuya
esposa, Edelmira (Mimira) Lezama, explicó a Gallegos la técnica artesanal
aplicada en la elaboración del casabe y creyendo que Gallegos era afecto al
gobierno de Gómez por el trato que le estaba dispensando el Presidente del Estado,
aprovechó la ocasión para expresarse bien del dictador, destacando sus méritos
de gobernante. A lo que Gallegos respondió “Mi estimada señora, debo confesarle que yo
no le quito los méritos que usted dice
tiene el General Gómez, pero yo no soy gomecista y, más aún, le diré que creo
que Dios es andino”.
-¿Por qué usted dice eso, señor Gallegos?
–Porque usted me ha dicho que le pide a Dios que no llueva porque elabora
casabe, mañana le pide que llueva porque se secan las matas; en cambio, el
andino sólo le pide una cosa a Dios: “Señor, ponme donde haya que yo me ocupo
del resto”.
El 9 de febrero, Rómulo Gallegos
regresó a Caracas, por vía de Soledad, en automóvil con una libreta llena de
anotaciones básicas para la creación de su novela “Canaima” que comenzó a
redactar en Nueva York y concluyó en España.
La publicó Aaluce en 1935 y los primeros ejemplares que ingresaron al
país, fueron decomisados. Contenía un párrafo que hirió la sensibilidad de los
censores de la dictadura. Aquel en que
Manuel Ladera le dice a Marcos Vargas:
“Ahí tiene la historia de Venezuela: un toro bravo, tapaojeado y
nariceado, conducido al matadero por un burrito bellaco.
Sobre los ejemplares de “Canaima”
decomisados por el gobierno gomecista, dice la leyenda, cayó herido de muerte
el General Eustoquio Gómez, tras su lance en la gobernación que había ido a
tomar a la fuerza para perpetuar el clan familiar (AF).
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