El doctor Rimundo Aristeguieta, quien estudió secundaria en el Colegio Federal de Ciudad Bolívar y derecho
en la UCV, tenía una excelente vocación industrial pues había fundado en
Caracas, Barranquilla, Puerto Rico y Panamá, la famosa fábrica de sombreros de
paja Britania
que con mucho orgullo usaban los guayaneses.
Pero quería también montar una industria en su tierra y pensó en la
Tortuga del Orinoco. En 1946 fundó y
registró en el Juzgado de Comercio de Caracas, la empresa EDECO, para
industrializar la carne de todos los productos de la Tortuga del Orinoco así
como toda clase de conserva de animales y vegetales. Dispuso para ello un capital de 100 mil
bolívares para ser elevado a 500 mil después del primer año. El estudio sobre la industrialización de la
carne de tortuga lo había hecho el técnico Carlos Schultz. El proyecto
contemplaba beneficiar 40 mil tortugas al año, equivalente a 300 mil kilogramos
de carne así como 7.200.000 huevos al promedio de 180 por unidad. Este proyecto no tuvo éxito.
La explotación de la Tortuga del Orinoco era entonces
desmedida y llegó casi a la fase de
extinción y si no ha llegado a desaparecer del todo es gracias a un aldabonazo
dado a tiempo en la conciencia de las autoridades ambientales y de los recursos
naturales renovables que ahora se preocupan y mantienen programas dirigidos a
su conservación y multiplicación.
Entre los años 1952 y 1961 la
captura de las tortugas del Orinoco durante el tiempo de desove, arrojó un
promedio de 13.000 ejemplares por año. Si en 1962 el MAC no se hubiera decidido
a tomar en cuenta las recomendaciones de la Facultad de Ciencias de la
Universidad Central dictando veda por 5 años que luego fue prorrogada
indefinidamente, la infortunada Arrau habría corrido la suerte fatal de las
tortugas Tostudo de los Galápagos,
ahora declarada por la UNESCO como patrimonio natural de la humanidad.
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