Y si bien
el Carnaval de El Callao es de comparsas y calipso durante varios días seguidos
con sus noches, en Ciudad Bolívar, aunque también en cierto modo es rumboso,
suele compartirse con totuma y jeringa y en un tiempo no escapaba ni el
Presidente del Estado cuya esposa urdía su componenda con las damas de la alta
sociedad. Por la tarde bien es cierto
eran batallas de flores, papelillos, caramelos y serpentinas, pero durante la
mañana hasta el mediodía el diluvio era implacable con otros ingredientes como
anilina, almagre, negro humo y hasta mangos pasados de maduro.
Jugar el Carnaval con agua,
negro de humo, almagre, almidón, maizina y azulillo, nos viene desde los días
del Capitán General de la Provincia de Venezuela, Francisco Cañas y Merino,
quien cometió excesos condenados públicamente
por la Iglesia. Se llegó a decir
que lanzó al río Guaire y ultrajó a una muchacha por haberlo embadurnado de
azulillo.
El
diplomático ingles en Venezuela, Sir Robert Ker Portes, da cuenta en sus
Memorias de un episodio carnavalesco en la Caracas de 1827 en el que se ve al
Libertador en plena faena acuática. El
diplomático califica de “barbara” la
forma como los caraqueños se desenfrenaban con la llegada del Rey Momo y
confiesa que él siempre fue renuente a exponerse a un baño de totuma y jeringa.(AF)