RECORRIDO ANECDÓTICO por la Historia de Guayana realizado por Américo Fernández
miércoles, 1 de diciembre de 2021
AMPLIACIÓN DEL MUSEO DE ARTE MODERNO
Leopoldo Sucre Figarella, tenido como tecnócrata y en quien el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa vio en cierta ocasión el recio temperamento de Marcos Vargas (personaje gallegiano de la novela Canaima), hizo cuanto pudo que fue bastante por la Región Guayana y para muestra está allí buena parte del desarrollo urbanístico e industrial de Ciudad Guayana, el Puente Angostura sobre el Orinoco, el Canal de cintura de Ciudad Bolívar, la Represa de San Pedro, la de Capapuicito y otras a las cuales se suman la autopista San Félix-Upata, autopista Ciudad Bolívar- Puerto Ordaz y la ampliación del Museo de Arte Moderno Jesús Soto.
En marzo de 1984, recién llegado a la Presidencia de la CVG en calidad de Ministro, se dio a la tarea de inspeccionar los trabajos ya iniciados del Museo Soto, pero apenas estuvo 15 minutos con mucha gente detrás. Se presentó a la Dirección y le dijo a Gloria Carnevali: “Aquí estoy”. Ni siquiera se detuvo ante las obras de Víctor Vasarelli, Albert, Kandinski, Paul Klee y Malevich, que casi lo rozaron. Pisando firme y a zancadas con zapatos de gruesa suela acanalada, abandonó las oficinas y recorrió los alrededores, viendo y tocando lo que había quedado sin terminar. Pidió los planos y le preguntó al Constructor: “Cuánto se ha invertido”- la respuesta no se hizo esperar: “Diez millones”. Entonces miró los ojos de Gloria, quien parecía una gacela, y le dijo: “Dile a Soto que vamos a terminar el Museo”.(AF)
jueves, 30 de septiembre de 2021
LA OBLIGACIÓN DE VESTIR BIEN EN LA CIUDAD BOLÍVAR DEL PASADO
En la actualidad daría ganas de reír, pero si examinemos la historia de Ciudad Bolívar, nos daremos cuenta que en el pasado reciente existió por decreto la obligación de vestir bien. Nico, hombre sencillo, de piel oscura, siempre vestido de pantalón y camisa, confesaba que nunca se puso un traje y menos corbata, ni siquiera cuando la municipalidad sugirió ponerse sus mejores atuendos para recibir al Presidente de la República Eleazar López Contreras, ni en 1939 cuando era obligatorio, según decreto del presidente edilicio Edmundo Cruz Prieto, que prohibía so pena de ser sancionado con multa de 25 y 50 bolívares o arresto proporcional.
“a partir de las 6 de la tarde, durante los días de labor y durante todo el día y la noche de los días feriados, circular por las calles, plazas, paseos, y asistir a los locales de espectáculos públicos, trajeados de guardacamisa, camisa o en cualquiera otra vestimenta que dañe la moral pública y afecte la buena compostura propia del vestir”.
La medida municipal con el tiempo quedó circunscrita a los Tribunales de Justicia. Por lo menos, desde que el doctor Reinaldo Sánchez Gutiérrez fue designado Presidente de la Corte, pues fue él quien dispuso la obligatoriedad aún mantenida, del uso del palto tanto a jueces y abogados como a ciudadanos que traspongan hacia adentro el umbral del Palacio de Justicia.
Fue en esa ocasión cuando el gordo Natalio Silva, sastre popular que tenía su taller en la calle Dalla Costa, al lado del negocio de Pedro Montes, en la misma cuadra de la sede de los Tribunales, hizo su agosto alquilando paltos de todas las tallas y colores, sólo que no todas las veces la talla y el color venían a tono con el usuario, de tal forma que eran unos cuantos los curiosos que se reunían en las esquinas próximas para disfrutar de los "espantapájaros", de aquellos, por ejemplo, que siendo de talla 40 se veían en la perentoria necesidad de embutirse en un palto talla 30 o viceversa.
Cuando el Presidente López Contreras visitó a Ciudad Bolívar, tercer año de su gobierno, 4 de septiembre de 1938, fue recibido en La Alameda por doce mil personas alborozadas y trajeadas con sus mejores prendas. Llegó en la cañonera “Rafael Urdaneta” y se dirigió a pie hasta la Plaza Bolívar. Visitó varios sitios públicos y al hablar en el Club de Comercio sobre varios puntos de su gestión, aclaró que su gobierno no era “de fuerza, sino de convencimiento; no de fuerza sino de ley, y la ley es dura, pero los hombres y los Gobiernos, con un poco de buena voluntad, lograrán no violarla”.
En esa ocasión dijo haber constatado el estado de miseria de la población de San Félix debido al aislamiento y prometió además de un vasto plan minero, incluir la carretera a San Félix en el Plan Trienal. (AF)
viernes, 20 de agosto de 2021
LA SAPOARA ES VEGETARIANA
Con sabor a petróleo o no, tal vez a tierra fangosa, pues este pez tiene como habitad los rebalses o lagunas marginales del Orinoco, lo cierto es que el pueblo, como todos los años la disfrutaba frita, horneada, rellena o en simple sancocho. Bastaba con saber que este pez de la fauna orinoquense es único porque de él no se tiene noticias de que exista en otra parte del mundo. Por lo que se sabe de los biólogos, la especie se encuentra sólo en el Orinoco y no a todo lo largo del gran río sino en el curso comprendido entre Caicara y Parital, 25 kilómetros antes de llegar a Puerto Ordaz.
De suerte que es puramente bolivarense y se alimenta de microorganismos, no muerde anzuelo, sólo es posible capturarla con la clásica atarraya criolla y según la leyenda, es cebo que utilizan las guayanesas para atrapar forasteros.
Existen documentos, me confesó en cierta oportunidad, José Ramón Pinto, siendo jefe del Registro Principal, donde aparecen como referencia los “Indios Zapoaros” del Orinoco, por lo que creía que el legendario pez fue connotado con ese nombre de sus pescadores.
En torno a este miembro de la fauna orinoqueña, hay toda una leyenda y ritos que tienen que ver con la originalidad de su existencia. Una nota del vespertino El Luchador del 16 de agosto de 1921 informa de los precios de la Sapoara que en esa temporada oscilaban entre Bs. 0,50 y 0,25. Asimismo, de la antigua tradición de capturar la primera Sapoara el 26 de Julio, Día de Santa Ana, luego de lo cual los vecinos del propio barrio preparaban un gran sancocho “digno de Heliogábalo (emperador romano), con maíz tierno de mazorca a locha”.
Otro rito se cumplía durante las fiestas de Carnaval cuando enterraban la Sapoara después del último desfile de comparsas, carrozas y serpentinas, con música ejecutada por la Banda del Estado, discursos plañideros y explosión reiterada de traquitraquis.(AF)
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viernes, 13 de agosto de 2021
LAS TORTUGAS DEL ORINOCO
Por ese Puerto de Blohm llegaban poco antes de la Semana Santa, las embarcaciones cargadas con tortugas arrau que es la típica del Orinoco. El Bachiller Ernesto Sifontes siempre las reportaba en su columna “Ogaño y Antaño” y en la de ese año decía que estaban entre 7 y 8 bolívares y que las había de todos los tamaños en el mercado.
En la playa del mercado las encontraba tiradas boca arriba el parroquiano y había incluso quienes las ofrecían sacrificadas. De este quelonio nada se desaprovechaba. Además de su carne proteica y exquisita, estaban sus huevos e incluso el carapacho, una vez desecado, lo utilizaban para cargar arena o piedra, o bien, los muchachos para deslizarse por las empinadas cuestas de la ciudad.
Los huevos de la tortuga dan un aceite comparable al de oliva, utilizado como combustible y en la preparación de alimentos desde los tiempos primitivos hasta la segunda década del siglo veinte. (AF(
sábado, 3 de agosto de 2013
EL PARAÍSO EQUIVOCADO DE COLÓN
Grandes indicios son estos del Paraíso Terrenal,
porque el sitio es conforme a la opinión de estos santos y sanos teólogos y así
mismo las señales son muy conforme, que yo jamás leí ni oí tanta cantidad de
agua dulce fuese así dentro y vecina con la salada.
Esto escribió el Almirante en la mañana
del 2 de agosto de 1498 cuando asomó a su vista el grandioso río de los uriaparias
que ahora conocemos como Orinoco, suerte de decantación de
los primitivos Uriñoko, Uriñik, Riñoko.
Cavilaba que por el delta del gran río tal vez asomaba
el Paraíso
Terrenal. Él que navegaba desde
hacía seis años, y ésta era la tercera travesía, lo barruntaba, pues en esa
tarea andaba, tratando de encontrar ruta diferente para llegar por el Oriente,
a la tierra que maravilló a Marco Polo; a la tierra del Gran Kan Kalilai. Acaso ¿no lo testificaban las sagradas escrituras? La Sacra Escritura testifica que Nuestro Señor hizo
el Paraíso Terrenal en el Oriente y en él puso el Árbol de la vida.
El Paraíso terrenal o Jardín del Edén, en
los tres primeros capítulos del libro del Génesis, aparece como la primera
residencia de la humanidad donde vivieron Adán y Eva. El Edén se menciona en
otros libros del Antiguo Testamento como lugar de gran fertilidad y el nombre de por sí sigue evocando un lugar
idílico.
Pero geográficamente ¿donde se ubicaba? Aunque los especialistas
contemporáneos tienden a considerar las descripciones bíblicas como
imaginarias, la ubicación geográfica del Edén continúa en discusión. Colón
frente al gran estuario del Orinoco creyó por un momento haber despejado la
gran incógnita.
Muchos
años después de la muerte de Colón, historiadores connotados como el cronista y
jurista hispano del siglo XVII, Antonio León Pinedo, ubicaban en América el
Paraíso Terrenal, tal vez siguiendo las conjeturas colombinas.
Gregorio Gallegos, biógrafo de Colón dice
en el capítulo referente a su tercer viaje que la exploración de la Península de Paria le
hizo pensar que había descubierto el Paraíso Terrenal y que el Orinoco
descendía del mismo Paraíso. Razón tenía
en sentirse maravillado de aquel bellísimo paisaje y la dulzura del clima. Peo
Colón seguía aferrado a la idea de Asia.
Su creencia, como dice Las Casas se basaba en los textos de Pierre
D´Ailly, el Génesis, Tolomeo y Séneca.
Ni siquiera se daba cuenta, como escribiera Morales Padrón “que había
entrado en contacto con nueves culturas;
los indígenas estaban dotados de una mejor civilización que los
antillanos, expresada en grandes canoas con cabina, en tejidos de algodón, en
metalurgia (guamin, mezcla de oro y cobre), flechas envenenadas y en el uso de la chicha”.
El fraile dominico Bartolomé de Las Casas,
escribirá después que al abandonar las costas venezolanas para dirigirse a la Española , el almirante
“vino ya en conocimiento que tierra tan grande no eran islas, sino tierra
firme”. En la fabulosa mente colombina
la incertidumbre le iba acercando cada
vez a la verdad.
Pero lo que más trascendió y llamó la
atención de aquel tercer viaje de Colón fue lo que vieron y comentaron los
tripulantes de las barcas y que el Almirante dejó sentado en su diario de
abordo: “Llegué allí una mañana a hora de
tercia, y por ver esta verdura y esta hermosura acordé surgir y ver esta gente
de los cuales vinieron en canoa a la nao, arrogarme de parte de su rey que
descendiese en tierra. Y cuando vieron
que no curé de ello, vinieron a la nao infinitísimo en canoas, y muchos traían piezas de oro al pescuezo y
algunos atados a los brazos algunas perlas:
holgué mucho cuando las vi, y procuré mucho de saber donde la hallaban, y me dijeron que allí de la parte del Norte de aquella tierra”. (AF)
viernes, 2 de agosto de 2013
Ordaz atraído por el Paraíso de Colón
Si así lo decía y dejaba en su diario de abordo
registrado el Almirante Cristóbal Colón, que piezas de oro colgaban del
pescuezo de los primitivos habitantes de aquellas tierras continentales, y lo mismo que el oro las perlas relumbrando
en sus brazos, entonces de verdad que podía ser el Paraíso Terrenal y fue este
decir lo que deslumbró a Diego de Ordaz cuando hallándose junto con Hernán
Cortés conquistando la tierra de los aztecas, renunció a todo cuanto había
obtenido para navegar hacia el Sur en busca de las fuentes prístinas del gran
río de las confluencias a pesar de los temores que le infundían, pero ¿si
él había coronado el fuego volcánico del
Popocatepetl, cómo no acometer esa empresa donde sólo había que luchar
contra las masas de aguas empujando
hacia el mar y los gnomos que guardan sus riquezas?
Con el
bauprés de sus barcas rompió la virginidad del río, pero a costa de mucha
sangre indígena y de su propia tripulación que al final quedó diezmada por las
flechas de las cuales pudo escapar gracias a que según su creencia estaba
protegido por el cordón de la Orden de Santiago. Pero si no se lo tragó el cráter encendido
del Popocatepetl
ni los pailones del Orinoco, terminó irremisiblemente lanzado en el océano
después de morir repentinamente ¿envenenado? cuando junto con su contrincante
Pedro Ortiz de Matienzo, Justicia Mayor de Cubagua, se dirigía a España a
terminar de dirimir sus diferencias, pues éste lo acusaba de incursionar en
esos predios de su jurisdicción que no pudo resolver la Audiencia de Santo
Domingo.
Exactamente, la capitulación de conquista sólo facultaba a
Diego de Ordaz para explorar y poblar desde el Marañón (Amazonas) hasta
Macarapana (Estado Sucre) en tierra continental, por lo tanto no podía abarcar
Nueva Cádiz (Cubagua) donde abundaban las perlas que Colón había visto
deslumbrar en los brazos de los mancebos primitivos del supuesto Paraíso
Terrenal.
Diego de
Ordaz sepultado en el mar tenebroso no pudo volver a España para reencontrarse
con Castroverde de Campos (Zamora) donde nació hacia 1480. Él que había
acompañó a Alonso de Ojeda en su viaje a Cartagena de Indias (1509), que estuvo
también con Juan de la Cosa, a quien vio morir atravesado por una flecha
envenenada, en fin con Diego Velázquez de Cuéllar en Cuba (1515) y con Hernán
Cortés en México, terminaba su vida de manera tan trágica.
Provisto de la capitulación con la cual
soñaba entrar al Paraíso Terrenal de Colón, había salido de Sanlúcar el 20 de
octubre de 1530, pero ya vemos cuál fue su suerte. De esta temeraria expedición
sólo le quedó el mérito histórico de haber sido el fundador de San Miguel de
Paria (1531) y de ser el primer europeo en remontar el río Orinoco (23 de
junio), llegando hasta la confluencia con el río Meta.
Lo
sustituyó en su afán, Alonso de Herrera, quien si bien es cierto remontó el río
más allá del punto anterior, no pudo, sin embargo, retornar porque a este si es verdad que se lo
tragaron los pailones después de haber sido traspasado por siete flechas ungidas
con curare.
La
tercera expedición a lo largo del río la hizo el segoviano Antonio de
Berrío, al revés, es decir, no desde el
Delta sino desde el Meta, pero en vez de encontrar ónice y oro como
pretendía el Comendador de la orden de Santiago, encontró mala fortuna pues lo
perdió todo, 100 mil pesos en oro que su noble mujer María de Oruña había
heredado de su tío Gonzalo Jiménez de Quesada, el fundador del Reino de
Granada; pero por lo menos le dejó a las tribus de Morequiito una ciudad a la orilla del río, que se conoció con el nombre de
Santo Tomás de Guayana. (AF)
jueves, 1 de agosto de 2013
LOS EWAIPANOMAS CUSTODIOS DE LAS RIQUEZAS DE GUAYANA
Después de Walter Raleight, nadie más ha dado cuenta de los fenomenales Ewaipanomas desplazándose por parajes umbríos del sur de
Los Ewaipanomas fueron descritos y dibujados por Walter Raleight como seres
descabezados, con el sólo tronco y extremidades. La caja torácica con los componentes vitales de la cabeza:
ojos, nariz, boca, oídos, y una especie de cúpula donde posiblemente se localizaba
el cerebro. La cabellera larga
desprendida de los hombros y la complexión
de estos increíbles seres, eran tan atlética como la de cualquier
expedicionario de la época del siglo diecisiete.
Pero, ¿A qué se dedicaban los fantásticos pobladores de las cuencas del
Caura, del Aro y del Erebato, moradores de las simas de Jaua y Sarisariñama? Según la leyenda, se dedicaban
preferentemente a custodiar las inmensas riquezas de la región, traducida en
oro y otros minerales que todavía se buscan con
avidez desbordada.
Reforzando la humana
barrera de los Ewaipanomas estaban unas
bellas y esculturales mujeres semidesnudas cabalgando siempre sobre
caballos de vistosa alzada. Amazonas sin
maridos que vivían en permanente celibato para sublimar su cultura de
intocables e inexorables guardianas de los arcanos tesoros de la selva.
Los Ewaipanomas y Amazonas conocían de los secretos del oro,
de las piedras preciosas y de las aguas de los ríos. Aguas de la eterna
juventud. Aguas que ingeridas en determinadas horas podían dar la muerte como
la eterna vida, sin tener como Dorian Gray que venderle el alma al Diablo.
Pero el
caballero inglés no tenía como prioridad de su expedición la fuente de la
eterna juventud sino El Dorado.
Encontrando al Dorado, todo después sería más expedito. El no estaba enfermo ni impaciente como Juan
Ponce de León por
hallar el manantial de agua cristalina con poderes mágicos que se suponía
estaba situado “más allá de donde se pone el sol”. Circulaba como moneda
corriente a principios del siglo dieciséis que cualquier persona herida o
enferma que se sumergiera en sus aguas no sólo se reponía, sino que podía
recuperar el vigor de la juventud.
Cuando Ponce de León, enfermo y ya de
avanzada edad, sintió que le flaqueaban sus fuerzas, pidió al rey de España,
Carlos I, permiso para explorar y descubrir la Fuente de la Eterna Juventud.
Sin embargo, el día de Pascua Florida de 1513, se encontró con un territorio al
que le dio el nombre de Florida y en el que no encontró la apreciada fuente.
Siguió persiguiéndola sin resultados y, herido y maltrecho, sus hombres le
llevaron a Cuba, donde murió anhelando la fuente de la juventud. Otros muchos
exploradores siguieron buscándola por Guayana y las Antillas.
Son muchos
quienes creen que los misteriosos Ewaipanomas deben andar por allí, por
algún lugar muy inescrutable de la
selva, eludiendo la incesante penetración de los buscadores de riquezas, de los
doradistas de ayer como Gonzalo Jiménez de Quesada, Antonio de Berrío, el mismo
Sir Walter Raleight y de los de hoy
armados de batea y suruca y hasta de los vecinos Garimpeiros, muy provistos no
de mosquetes, lanzas y armaduras como los antiguos buscadores de El Dorado,
sino con helicópteros, poderosas sierras eléctricas para deforestar y máquinas hidráulicas,
para horadar el suelo hasta donde se ocultan las vetas confundidas con las
poderosas raíces de árboles gigantes y
robustos.(AF)
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