El Papa Juan Pablo II durante su visita a la
Siderúrgica del Orinoco
En la Sección de Comunicaciones, Deporte y
Desarrollo Personal de la Planta Siderúrgica cuando ésta no era privada, un
gato realengo encontró su acomodo y el personal, en vez de erradicarlo del área, lo tomó de mascota prodigándole toda
clase de cuidos. Cada sidorista que
regresaba del Comedor de la Planta se sentía como obligado a compartir algún
manjar de su almuerzo con el tímido felino.
Y
si tanto dio que hablar la conmovedora conducta de estos sidoristas que solían
compartir su alimento con un félido morrongo, también ocurrió lo mismo cuando
la más elevada dignidad de la Iglesia Católica (29 de enero de 1985) compartió
su almuerzo y su palabra con el obrero Virgilio Pérez Hernández.
En
aquella memorable ocasión del Papa Juan Pablo II de visita en Sidor, a Virgilio
se le disipó el estado de nervios en que lo había sumido la notificación
temprana de que debía estar al lado del Sumo Pontífice durante un almuerzo con
los trabajadores. Nunca se imaginó que
el Papa fuera tan sencillo como ellos y trasmitiera esa confianza que lo llevó
a colocarle en su cabeza el casco de subvenir que el presidente César Mendoza
había puesto en sus manos: "Perdone,
Su Santidad, pero le queda mejor así".
Entonces
el Sumo sacerdote le respondió sonriente: "Ahora si soy
sidorista!".
El
ser presa de los nervios en
circunstancias como ésta, no le ocurre sólo al habitante común, sino
también a la gente recia y veterana de Sidor, pero luego esa gente se recupera
si tiene capacidad para entender que todos somos de carne y hueso. (AF)
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