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Macagua
Uno Dió pábulo a una leyenda elel 21 de abril de
1959 cuando una explosión de 78 toneladas de nitrato de amonio que estremeció
el lecho del Bajo Caroní deshizo la ataguía de 360 metros que desviaba las
aguas, ante los ojos atónitos de 25 mil personas que presenciaban el
espectáculo inaugural de la nueva Venezuela: la Venezuela de la energía
hidroeléctrica. El río encabritado recobró su cauce antiguo, pero con un nuevo
obstáculo ciclópeo y permanente –la presa- por el cual podía continuar
discurriendo aunque a través de compuertas y turbinas. Se hacía de este modo realidad el mito de los
arecunas insertado en la novela de José Bertí
“Espejismo de la selva” El mito habla de la idea de levantar un muro de
piedra en el cauce, no para aprovechar
el potencial hidroeléctrico del Caroni, sino para evitar que hasta sus poblados
llegara una misteriosa canoa que solía descender con un gigante colibrí
coronado de luz y cuya mirada como un rayo fulminaba a cuanto ser humano se la
atravesara a su paso. Tal el Tucuy Endaquemá.
Otra
leyenda semejante habla de una nave de música y canto que atraviesa el Caroní
el Viernes
Santo. El trovador Alejandro
Vargas la recoge en esta estrofa de una de sus composiciones musicales titulada
“El Misterioso Caroní”:
Hay un gran misterio / en
el Caroni / Nadie se imagina / lo que
pasa allí / que han visto una nave / en un Viernes Santo / que atraviesa el río
/ con música y canto / y dice la gente / y la gente dice / que es en Caroni (AF)
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