Sentados
por las noches en los bancos de estilo romano de la
Plaza Mayor, se podían ver hasta un poco más del despuntar del 2000 frente a la
estatua sobre cuya piel de bronce desliza, verde matizada, la pátina del
tiempo. Aquí en la capital del Orinoco, afortunadamente, no hay palomas como en la
plaza caraqueña. Las aves de esta parte
del territorio parecen más respetuosas a
la hora de anidar o defecar, pero, en todo caso, tampoco se hubieran atrevido siendo que en torno a este cuadrilátero
histórico, reposaban vigilantes los ojos
de los edecanes.
Edecanes,
sin más uniformes que sus comunes trajes de parroquianos, que buscaban componer
el mundo con sus tertulias nocturnales que recordaban a los poetas integrantes del grupo “Auroguayanos”,
sentados, no en bancos romanos de concreto armado como ahora, sino en bancos
sencillos de madera, tratando, con el libro de Breton entre sus manos, de
combatir la poesía que divulgaba la revista Alondra de la maestra
Anita Ramírez.
No
creo que Pedro Anastacio Collins Linche, Cesar Alcalá Mérida, Ignacio Freites,
Héctor Roldán, Nahim y Ana Nakkul, Víctor Salazar, Nicolás Palermo y los
hermanos Tufic, entre otros, supieran mucho de poesía como la gente del otrora Auroguayanos. Tal vez, Abraham Salloum Bitar que sabe
hablar de la mística del principio de la noche. Ellos, indudablemente, dominaban el tema
político y sobre política fundamentalmente solían discurrir sus noches, mejor
aún si eran de luna llena y el presidente del grupo, Pedro Anastacio Collins,
se encargaba temprano de leer la prensa y conversar con
los jefes de las fracciones parlamentarias de la Asamblea Legislativa. Costumbre que le quedó porque Pedro Anastasio Colins Linche fue
durante diez largos años diputado y en 1963
Presidente de la Cámara y, aún jubilado, seguía ligado a ese poder hasta
que la guadaña de las parcas le cortó el hilo de la vida.(AF(
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