San
Labrador ha sido asociado por el agua y el sol porque según creencia a
él se le adivinan poderes intermediarios para hacer que Dios quite el agua y
ponga el sol cuando la lluvia por caer en exceso obliga también a un exceso de
ruegos por parte de los devotos del santo.
Sin embargo, en el santoral San Isidro Labrador está representado con el
emblema de la abeja y el pan simbolizando tal vez algún pasaje muy acentuado de
su abnegada existencia. Como quiera que
sea, lo cierto es que San Isidro no estaría muy bien con Ferrominera que ahora explota con todos los hierros el cuadrilátero de su yacimiento,
nada menos que de 400 millones de toneladas de mineral ferroso con tenor de 65
por ciento. Lo decimos porque el día en
que muy cerca del cerro el doctor Aníbal La Riva se proponía decir el discurso
de inauguración de los trabajos de infraestructura para la explotación del
mineral de San Isidro, sobrevino un golpe de agua que nadie esperaba, pues
varios meses hacía que no llovía y además el sol había amanecido
esplendoroso. El arzobispo Crisanto Mata
Cova y el padre José que estaban entre los circunstantes poco entendían el
fenómeno de la aguada y parecían buscar
la respuesta mirando al cerro y al cielo, pero menos podía entenderlo el gordo
socialcristiano La Riva que comenzó diciendo “Hace un rato le preguntaba al
padre José si San Isidro no sería un santo devaluado por aquello del agua y el
sol”. Algo así como un santo que
no hace milagros. No dijo ni sabemos que
respondió el sacerdote pero seguramente que estaría este más de acuerdo con el
santo labrador, pues el hierro, al fin y al cabo no es un producto
renovable como el sol, el agua, el pan y
la miel.
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